domingo, 4 de agosto de 2019

Grabando, mancillando, deshonrando... Así nos va

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
En el marco de las Fiestas Colombinas (M. Velasco, 2019)[1], interesante debate informal al que asistí, sobre grabaciones de conversaciones y espionaje empresarial. La actualidad en mi país aporta el telón de fondo a través del rico currículo de trabajo "profesional" del excomisario Villarejo[2]. Coincido con aquéllos que piensan que algunas de las supuestas técnicas de grabación de conversaciones utilizadas en la presunta actuación de Villarejo[3], no es una práctica propia de anormales, excepcionales o exclusivos personajes, como podría ser el excomisiario, sino que su uso está mucho más extendido en el tejido empresarial español y no es precisamente un caso aislado, sino otro hábito a incluir en el saco que denomino "deporte nacional"[4]. El tema de las conversaciones grabadas sin consentimiento de una de las partes ya lo traté en este sitio a principios de 2006, explícito texto “Conversaciones grabadas” (M. Velasco, 2006)[5], donde, entre otras aportaciones, reflexionaba acerca de que una cosa es comunicar o pedir permiso y otra es hacerlo sin que el interlocutor ni siquiera sea consciente. 

También, te confesaba que he estado en reuniones de trabajo donde había un mechero o un portátil sospechoso, en despachos de altos directivos con alguna cinta de grabadora encima de la mesa o de un mueble, en entrevistas formales e informales de trabajo donde se me ha puesto un móvil cerca o en medio, etc.[6]. He asistido a largas e interminables reuniones de Asambleas, Juntas Directivas, Comités Ejecutivos, etc. donde se han grabado las sesiones[7]. No sólo no me afectan sino que, en algunos casos, las justifico, siempre que previamente se comunique a los asistentes o participantes el recurso técnico que se va a utilizar, salvo "casos de fuerza mayor"[8] y aún así hay que ser honrado. De todas formas, parece que la cuestión de las grabaciones ya quedó zanjada con la Sentencia del Tribunal Constitucional 114/1984 (Sala Segunda), de 29 noviembre, donde se declaró el derecho al secreto de las comunicaciones, esto es, el derecho fundamental a la libertad de las comunicaciones, el derecho a su secreto y la interdicción de la interceptación o del conocimiento antijurídico de las comunicaciones ajenas. 

Así pues, desde esa resolución se empezó a clarificar la acción de emplear durante una conversación telefónica un aparato amplificador que permita captar la conversación para otras personas, o el que graba su conversación incluso telefónica, no viola el derecho fundamental al secreto de las comunicaciones. Y desde esta perspectiva resulta un comportamiento perfectamente lícito. Ocho años después de “Conversaciones grabadas”, en 2014, texto “Intuitu personae Vs Ius Gentium” (M. Velasco, 2014)[9], te confesaba la percepción como si el derecho a gestionar, conducir y difundir mi vida íntima o reservada, estuviera reñido con lo urbano, público o exterior. Pero no caigo en la cuenta[10] que parte de esa intimidad se desarrolla en el ámbito de lo público, por ejemplo, cuando me bautizaron, participo en un debate o asisto a un mitin político. De acuerdo que el único titular del derecho a mi imagen e intimidad soy yo, "intuitu personae", pero igualmente debo ser consciente que también existe un “derecho social”, que pertenece a la ciudadanía, "ius gentium" como ente abstracto pero presente[11] y que se extiende después de esos espacios inclusivos de mi intimidad. 

Ahora bien, dejar meridianamente claro que, en todo caso, estoy en contra de aquellos individuos, sea el presidente de un banco o el supuesto empresario o profesional local que practica indignas técnicas a lo “hachazos limpios” (M. Velasco, 2011)[12] o mafiosas[13], y de las que utilizan los conocidos como “los bartolitos” (M. Velasco, 2011)[14], obscuros manejos, manipulaciones, malas artes, en resumen, para mancillar, deshonrar… a diestro y siniestro, sin posibilidad en el corto plazo que la parte denigrada pueda defenderse, perdiendo la valiosa oportunidad, por ejemplo, de obtener un puesto público o privado, un cliente o una distinción o condecoración por un trabajo realmente bien hecho. En fin. La vida misma, me dirás. Recientemente, alertaba a personas que respeto de las presuntas malas artes que se cocinaban en tal o cual foro empresarial, recomendando lo que practico: hablar como si te estuvieran grabando, y, al mismo tiempo, para que siempre puedas dormir bien y, por la mañana, poder mirarte al espejo. O, lo que es lo mismo, practicando respeto, consideración, ética y moralidad en nuestro transitar por el camino de la vida. Fuente de la imagen: mvc archivo propio.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel. 2019. What president?. Sitio visitado el 04/08/2019.
[2] Ver búsqueda parcial. Sitio visitado el 04/08/2019.
[3] Casos Véritas, Nicolás, Pinto, Tándem, Torre Windsor, BBVA, Ático…
[4] Velasco-Carretero, Manuel. "Más cara, que no "máscara", de burro se me pone" (2019), “El deporte nacional del postureo” (2019). Sitios visitados el 04/08/2019.
[5] Velasco-Carretero, Manuel (2006). Conversaciones grabadas. Sitio visitado el 04/08/2019.
[6] Con lo fácil que sería decirme que se va a grabar, lo hubiera entendido perfectamente.
[7] Ahora ya ni te das cuenta, porque las técnicas son muchísimo más sofisticadas.
[8] Para atrapar a extorsionadores, fantasmas o mafiosos.
[9] Velasco-Carretero, Manuel (2014). Intuitu personae Vs Ius Gentium. Sitio visitado el 04/08/2019.
[10] O no tengo en cuenta. 
[11] Ya sea en materia informativa como en la sensible cuestión de la seguridad y prevención de atentados y delincuencia.
[12] Velasco-Carretero, Manuel (2011). Hachazos. Sitio visitado el 07/08/2019.
[13] Velasco-Carretero, Manuel. Mientras sean de los nuestros (2016), Estructural e impúdico (2012). Sitio visitados el 04/08/2019.
[14] Velasco-Carretero, Manuel (2011). Los bartolitos. Sitio visitado el 04/08/2019.