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Por ejemplo, que las empresas busquen maximizar sus ganancias, en un marco de exquisito respeto a las personas, de retribuciones dignas y garantía de condiciones laborales justas, lo que significa que valoran la transparencia en sus operaciones y que se comprometen con la preservación del medio ambiente, entendiendo que los recursos del planeta no son infinitos. Cuando la economía opera bajo estos principios, el impacto se siente de inmediato en la sociedad. Asimismo, un empleo estable y bien remunerado es un sustento, pero, también, es la base para que una persona, una familia, pueda planificar su futuro, acceder a una vivienda digna, a una buena educación y a una atención sanitaria de calidad. Por tanto, una empresa que cuida su entorno natural contribuye a un bien común que nos afecta a todos, sin importar nuestra posición social. Y un sistema económico que promueve la equidad en lugar de la acumulación desmedida es, por definición, la vía hacia una sociedad más justa. Concluyendo, este lema continuamente me invita a un cambio de perspectiva, retándome a dejar de ver la economía como un simple motor de riqueza y a entenderla como el vehículo que, si se conduce de forma responsable, nos llevará a una sociedad más equitativa, sostenible y, en última instancia, más humana. Porque la verdadera prosperidad no se mide en números, sino en el bienestar de la ciudadanía. Fuente de la imagen: mvc.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2006). Ni seguratas ni chivatos ni detectives. Sitio visitado el 8/8/2025.