Fuente de la imagen: MichaelWuensch en pixabay |
Curiosamente, las religiones orientales sustentan un pensamiento de la persona como integrante de lo natural, con contingente dominio o potestad dentro de sí mismo. Ayer estuve escuchando a unos ex-deportistas comentar el caso Kárate, donde presuntamente, a través del miedo y la amenaza, se amparaba una posible red de pederastia y abusos sexuales con más víctimas de la historia de España (Fuente El País). Una de las participantes, psicóloga, reflexionó acerca del uso de lo oriental en general y las artes marciales en específico que algunos individuos, para ampararse en cualquier ámbito, ya sea profesional, empresarial o personal, frecuentan estructural e impúdicamente deplorables técnicas de manipulación y control, basadas realmente en amenazas y miedo.
Asentí con la cabeza, mientras el filósofo ampliaba la opinión anterior a las sectas de cualquier religión, a determinadas organizaciones pseudo empresariales e, incluso, políticas y sindicales. “Más mafia que lo que tradicionalmente se entiende por mafia”, espetó la psicóloga. La vida misma, concluí. Desgraciadamente, puntuales noticias o experiencias negativas que han contenido lo oriental como desencadenante del conflicto, extorsión, amedrentamiento o problema, a priori no deben empujarnos a ponerle una cruz a esa filosofía, porque lo malo no está en ella, sino en las personas que la agitan o la utilizan para sus censurables intereses personales (fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada posteriormente; fuente: MichaelWuensch en pixabay.