lunes, 23 de diciembre de 2019

¿Casi sin esfuerzo?

Si eres follower de este sitio, conoces que en más de una ocasión he escrito sobre la procrastinación. Textos como “Sorteando la procrastinación”, En dieta conectiva o Tuneando "Primero lo primero" comiendo ranas, son prueba de ello. En “A desprocrastinazarse” transcribía una de las definiciones que circulan por la biblioteca global virtual, concretamente de la Real Academia Española[1], como acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Se trata de un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Éste puede ser psicológico[2], físico[3] o intelectual. 

Realizo la introducción anterior porque en el fin de semana pasado he estado hojeando un texto que nos hemos regalado la familia y que precisamente puede generar tiempo para procrastinar. Se trata del libro de Benedict Carey, “Aprender a aprender”[4]. ¿Por qué digo que está a favor de la procrastinación? Pues porque el autor rebate el dicho de que para aprender no hace falta una férrea autodisciplina, ni evitar por completo las distracciones, ni siquiera encerrarse en una zona destinada al estudio. Carey entiende el cerebro humano como un órgano complejo y dinámico, cuya capacidad de aprendizaje no depende de las horas invertidas. Para Benedict, los estudiantes no son autómatas. 

Con supuestamente sencillas estrategias, como alternar materias, cambiar de escenario, distraerse cada cierto tiempo o incluso soñar despiertos, son gestos naturales que, en opinión de Carey, incrementarán mi creatividad y la capacidad de retención. Para desarrollar su tesis, el autor se apoya en los últimos descubrimientos en materia de psicología cognitiva al campo de la pedagogía, intentando revelarme todo lo que necesito saber para absorber y retener la información de forma más inteligente. En opinión de Benedict, tú y yo podemos llegar a ser una de esas personas que aprenden casi sin esfuerzo. Parte de este texto se ha editado también en el sitio BOOK—POST, bajo el título “Aprender a aprender”. Fuente de la imagen: archivo propio. 
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[1] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Editorial Espasa. 2014. 
[2] En la forma de ansiedad o frustración.
[3] Como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso.
[4] Carey, Benedict. Aprender a aprender. Editorial Urano. 2015.