Fuente de la imagen: stevepb en pixabay |
En el post “A desprocrastinazarse”[1], te escribía indirectamente sobre la procrastinación, que según la biblioteca global virtual, la RAE o R. Pearce[2], es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Se trata de un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Éste puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. Te realizo esta introducción, porque parte de la tarde de ayer me la tiré trasteando con el móvil, en vez de darle caña a la revisión de un informe. Cuando me di cuenta, me cabreé, pero ya de qué servía. Hoy, el teléfono pone a mi disposición toda la información y más. También, me permite tiempo flexible, incluso labrar un nuevo concepto o interpretación de la palabra “eficiencia”.
Pero también tiene sus riesgos, no sólo en la práctica de la proscrastinación, sino en conflictos aún más graves, como la institución de la anarquía de la flexibilidad, borrar la ya delgada línea que separa el tiempo de trabajo o formal, del tiempo de no trabajo o informal… La perenne conectividad hace llegar a situaciones que pueden parecer absurdas. Por ejemplo: Surge un proyecto a ejecutar en el fin de semana; el equipo se pone a organizar, a las pocas horas, se amplía el horario del proyecto, más tarde corre el rumor de que se va a cancelar… y así hasta que se incremente el riesgo a que se salte por los aires o aparezca el grave desajuste emocional. Creo que el abuso de la conectividad no es bueno para la actividad profesional, empresarial o institucional, porque desconcentra, despista y estresa. Pero peor aún, tampoco es saludable, ni física ni psíquicamente.
Por otro lado, hay una regla básica: rindo más y mejor si no me distraigo y la conectividad puede llegar a entretenerme y despistarme del camino productivo. Solución: ponerme restricciones a determinadas horas del día y del fin de semana ¿Has probado apagar el móvil a partir de una hora? Yo sí. Al principio lo pasas muy mal, unido a que algunos contactos no lo entienden. Tampoco determinados perfiles de jefes, lo que posibilita la aparición del miedo a perder el trabajo por tener el aparato desconectado. Pero poco a poco, si tu entorno es comprensivo y proactivo, todos nos vamos educando y se van consiguiendo conductas más saludables. Realmente es como si te pusieras a dieta, pero desde la óptica conectiva o digital. Bueno. Te dejo por hoy. Si puedes, recarga pilas en este fin de semana (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: stevepb en pixabay.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. A desprocrastinazarse. 2012. Sitio visitado el 30/11/2012.
[2] Pearce, Robyn. Getting a Grip on the Paper War: Managing Information in the Modern Office. Maruki Books. 2003.