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Fuente de la imagen: mvc elaboración propia |
Por notas como “Parece que fue ayer”, “Si el vino viene, viene la vida”, “Ésta será tu casa”, “Les echaré de menos”, “Reír, llorar… [1]“ y otros tantos que aparecen desperdigados en el blog, conoces algunos de los siempre relativos éxitos laborales que he podido contarte, cosechados en los proyectos empresariales en los que he disfrutado la oportunidad de participar. Pues bien, si no lo he expresado adecuadamente en los distintos párrafos, reitero que esos laureles han sido siempre gracias al equipo de personas que he tenido la suerte de coordinar. Lo podré decir más alto pero no más claro: sin ellos los resultados serían otros muy distintos y ellos son los verdaderos artífices (desde este sitio un fuerte abrazo para esos manojos de buena gente y mejores profesionales).
En la tarde de ayer, mientras hojeaba el texto de D. Zweig, “Invisibles: The Power of Anonymous Work in an Age of Relentless Self-Promotion”[2] (que traducido con mi inglés de los Montes de Málaga es algo así como “invisibles: el poder de los anónimos. Trabajo en una era de sanguinaria autopromoción”), me acordé de todas esas personas que realizando sus tareas a la perfección, permanecen en el anonimato, en la invisibilidad. Como escribe Zweig, millones de estos invisibles pululan por doquier, regalándose jornada a jornada, la satisfacción del trabajo bien realizado y sólo ellos lo saben y sólo ellos se condecoran en la discreción, en la intimidad, en el anonimato, en la invisibilidad, mientras disfrutan de una vida plenamente rica, proactiva, feliz (Fuente de la imagen: sxc.hu mvc archivo propio).
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[2] Zweig, David. Invisibles: The Power of Anonymous Work in an Age of Relentless Self-Promotion. Ed. Portfolio. 2014.