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Fuente de la imagen: Capri23auto en pixabay |
Después de la inflexible jornada, y mientras pintaba por la tarde el techo del porche, tarea programada para el finalizado verano y que se había quedado pendiente, le estuve dando vueltas a que, quizás, la contrariedad de estas últimas semanas radica en la persistente aspiración en conseguir ejecutar los objetivos programados con altos patrones de excelsitud, lo que sorpresivamente genera desgaste o deterioro en el rendimiento, a la par de incrementar proporcionalmente el riesgo a volverse intolerante, arbitrario y angustioso, lo que a su vez redunda en más tensión y acongojado clima relacional. Está claro que por mucho que piense que ya tengo andado bastante camino en determinadas especialidades organizativas, directivas, comerciales… cuando menos me lo espero, se va la pinza.
Y, sin quererlo ni buscarlo, estoy aplicando planteamientos trasnochados, de hace décadas. Pasado el sofoco inicial, por suerte, entre brochazo y rodillazo de pintura, como el protagonista de Karate Kid, "Pinta la casa, pero no de arriba a abajo, sino de lado a lado", reflexiono y caigo en la cuenta que hay que emplear más visión, compromiso, percepción y consejo, que aplicar excesivas dosis de autoritarismo, despotismo y dogmatismo en conseguir excelencia que, por otro lado, sé que está en mi mente, pero en determinadas situaciones no percibo si la misma visión de prestancia yace en la clarividencia de los que me rodean (fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Capri23auto en pixabay.