martes, 3 de enero de 2023

¿El "efecto Axel" del Impuesto sobre el valor Añadido?

Fuente de la imagen: mvc archivo propio
El tránsito del Impuesto General del Tráfico de Empresas (IGTE), al Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) en mi país, me pilló de estudiante universitario y trabajador en una consultoría de economistas y abogados. Uno de los titulares del despacho me asignó la tarea de elaborar un documento, a modo de guía, para enviárselo al colectivo de empresas del sector de la construcción y promoción de viviendas, grupo mayoritario de clientes. De allí salió la publicación interna, “El IVA en las empresas constructoras y promotoras”, manual eminentemente práctico de aplicación de ese impuesto en el sector de la construcción y promoción de viviendas, documento que me consta, por referencias de terceros “que pasaban por allí”, que se fotocopió y pululó por oficinas de la competencia hasta una década después, en situación similar a los apuntes de economía que te conté en “Confianza perdida[1], salvo que en este caso los “pícaros” usuarios no eran los compañeros y compañeras de pupitre de la Diplomatura en Empresariales, sino de gestorías y asesorías.

Recuerdo el intenso debate con el director financiero de un, entonces, importante grupo constructor y promotor de la Costa del Sol, luego venido a menos, en torno al apartado donde explicaba la “neutralidad del IVA”, al gravar solo el valor añadido, imparcialidad que, salvando los efectos, no pulidos por el Legislador, de los regímenes especiales, obviamente se quiebra cuando se consumen los bienes consumidos, ya que “el consumidor” es el que paga el impuesto. Pero, en todo caso, esa neutralidad, en contra de la tesis esgrimida por el alto ejecutivo, no era practicada por el IGTE, que, salvo discutidas excepciones, gravaba todas las fases del proceso de producción y a más eslabones más carga impositiva, lo que posibilitaba dislocaciones económicas vía concentraciones verticales y otras nocivas situaciones empresariales y sectoriales. La discusión presumiblemente quedó en tablas porque, además de que algunos “estamentos” de la profesión fiscal me catalogaban de “presuntuoso becario”, existía la frase “el cliente siempre tiene la razón”, por lo que “me llamaron a orden”.

El lunes, fiesta en mi ámbito territorial de actuación, me acordé de esa experiencia, cuando escuchaba en las distintas cadenas televisivas comentar lo de la bajada del IVA en determinados productos en España, decisión del Gobierno para contrarrestar los efectos de la crisis insinuada en “Éramos pocos, y parió la abuela[2]. La sorpresa no llegaba por las respuestas de los entrevistados (pequeños comerciantes en su mayoría), ante las preguntas de por qué el precio de los productos afectados con la bajada de impuestos, no solo no habían descendido, sino que, en algunos casos, incrementados. Tampoco me sorprendió la censurable política comercial de algunas cadenas de distribución que previamente incrementan el precio de los productos para luego bajarlo[3]. Salvando algún que otro caso[4], lo verdaderamente sorprendente es la falta de conocimiento de los “tertulianos” de las distintas cadenas televisivas, acerca de la neutralidad del IVA y su defensa a ultranza de lo contrario sin “pajolera idea", como el otrora empecinado director financiero con la controversia comentada al inicio.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. Confianza perdida. 2013. Sitio visitado el 03/01/2023.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Éramos pocos, y parió la abuela. 2020. Sitio visitado el 03/01/2023.
[3] Por suerte, con el big data, la inteligencia artificial y la tecnología disponible, le será fácil a la CNMC[3] (si hay voluntad), detectar esas obscenas manipulaciones claramente detectables por todo “ojo de buen vecino”.
[4] El matinal de La hora de la 1, de TVE, donde los tertulianos sí sabían de lo que hablaban. También me gustó la ironía de los presentadores.