Desde que comenzó el confinamiento consecuencia de la COVID-19, tenía en mente rehojear el texto de Juan José Castillo, “A la búsqueda del trabajo perdido”[1], y en el fin de semana pasado lo he desempolvado de la estantería. Adquirí el libro a finales del siglo pasado, cuando, estando muy bien en mi “zona de confort”, ejerciendo de secretario general de una organización empresarial del sector de la formación (ver "Secretaría general"), decidí que era el momento de cambiar de aires y lanzarme a nuevas experiencias, casi "sin flotadores y sin la ropa guardada"[2]. Mientras se consolidó algún que otro proyecto, en más de una ocasión me acordé “del trabajo perdido”. Luego llegaron los trabajos de colaboración en Tádel, Vértice… Hoy me alegro de la decisión tomada, pero mientras llegó el día después, el sufrimiento operativo fue intenso. El texto lo reseñé hace unos años, con el título “Bálsamo de Fierabrás”, transcribiendo un párrafo del capítulo cinco. Salvando las distancias, al pesar de haber transcurrido más de dos décadas, sigue teniendo cierto tufo de actualidad el contenido.
Ya la editorial lo deja entrever en la contraportada, cuando dice que el fin del trabajo es hoy en día una ideología compartida que no encuentra su refrendo en la realidad social. También, algunos capítulos concretos no tienen desperdicio, como el número tres, “el paradigma perdido de la interdisciplinariedad”, o el cinco, referido anteriormente, “a la búsqueda del trabajo perdido y de una sociología capaz de encontrarlo”, que empieza con una cita de Eduardo Galeano que referencié hace más de una década en “La ansiada tecla”: “Pulsé la tecla –Iniciativas-. Pregunté si ya existía algún proyecto para fabricar una tinta mágica que fuera capaz de bañar a la mano de obra latinoamericana para hacerla invisible, cada día, a la caída del sol, después de las horas de trabajo en los campos y las calles del norte. Esa tinta podría evitar la molesta presencia de los braceros mexicanos y centroamericanos en las plazas, cines, restaurantes y otros lugares públicos de los pueblos y ciudades de Estados Unidos. –No todavía- repitió el ordenador”[3]. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book—post, bajo el título “A la búsqueda del trabajo perdido”. Fuente de la imagen: archivo propio.
Ya la editorial lo deja entrever en la contraportada, cuando dice que el fin del trabajo es hoy en día una ideología compartida que no encuentra su refrendo en la realidad social. También, algunos capítulos concretos no tienen desperdicio, como el número tres, “el paradigma perdido de la interdisciplinariedad”, o el cinco, referido anteriormente, “a la búsqueda del trabajo perdido y de una sociología capaz de encontrarlo”, que empieza con una cita de Eduardo Galeano que referencié hace más de una década en “La ansiada tecla”: “Pulsé la tecla –Iniciativas-. Pregunté si ya existía algún proyecto para fabricar una tinta mágica que fuera capaz de bañar a la mano de obra latinoamericana para hacerla invisible, cada día, a la caída del sol, después de las horas de trabajo en los campos y las calles del norte. Esa tinta podría evitar la molesta presencia de los braceros mexicanos y centroamericanos en las plazas, cines, restaurantes y otros lugares públicos de los pueblos y ciudades de Estados Unidos. –No todavía- repitió el ordenador”[3]. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book—post, bajo el título “A la búsqueda del trabajo perdido”. Fuente de la imagen: archivo propio.
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[1] Castillo, Juan José. “A la búsqueda del trabajo perdido”. Editorial Tecnos. 1998.
[2] Expresiones que hacen referencia a lanzarse al cambio sin ningún apoyo o seguridad que cubra las necesidades básicas.
[2] Expresiones que hacen referencia a lanzarse al cambio sin ningún apoyo o seguridad que cubra las necesidades básicas.
[3] Galeano, Eduardo. “El Ordenador y yo”, publicado en El País, el 23/9/1995. Sitio visitado el 20/04/2020.