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Fuente de la imagen: pixabay |
Ayer Sofía me explicó que, apoyado en el altruismo, la reflexión, el conocimiento y la confianza, propiciaré vibraciones tangibles positivas al equipo de trabajo y me encontraré instalado en la franja de la dirección o liderazgo resonante. Ahora bien, existe una fina frontera entre la resonancia y la discordancia o disonancia, es decir, producir el efecto contrario en las personas, generando agitaciones hostiles o desfavorables a los objetivos y fines del grupo. En esos casos, además del efecto negativo en el equipo de trabajo, puedo entrar en barrena en lo que los expertos diagnostican como síntomas de abnegación, expiación o quijotada, que es lo mismo que liarme a suministrar mucha más energía de la que realmente puedo, produciéndome en la mente un estrés de órdago del que cuesta bastante quitárselo de la cabeza, por lo que deberé barajar la solicitud de ayuda de especialistas en estas lides psicológicas.
Pero si, por ejemplo, asisto a la consulta de un profesional de la psicología, prejuzgando, ya sé de antemano lo que me va a recetar, que no es otra cosa que reflexión, ejercicio físico, respiración, alimentación adecuada… ¡Ya! Con las ajustadas agendas profesionales y personales que tenemos encima de la mesa ¿Qué tiempo dispongo para filosofar sobre el bien y el mal de la vida, junto a un plato de lentejas? Sí, hay que buscar hueco para aplicar la receta, pero la técnica que me enseñó Sofía consiste en trabar amistad con esas acciones estresantes o coercitivas que en momentos me ahogan, visualizándolas no en sentido negativo, sino positivo, retroalimentándome de ellas, como si fuera una bebida energética que me va a permitir sosegarme y concentrarme mejor en el camino, al tiempo que mi ser se renueva en lo psíquico o espiritual (Fuente de la imagen: pixabay).