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En el epílogo de la Feria de Málaga, me recordaba un ejecutivo de entidad financiera mi paso por M Capital, otrora referencia de entidad privada de capital riesgo a nivel provincial y, en algunos años, andaluz y actualmente en liquidación, así como mi renuncia a principios de 2010, y posterior desinversión, a seguir siendo socio en uno de sus proyectos emblemáticos. Si eres follower de este sitio sabrás que a lo largo de mi vida laboral alguna que otra vez ha sido necesario poner tierra de por medio ante un puesto de trabajo. Igualmente, en más de una ocasión he tenido que decirle a un cliente que no soy el profesional que necesita para tal o cual trabajo de reestructuración empresarial o institucional.
No es fácil bajarse de esos trenes, sobre todo cuando ha costado cogerlos, han avalado tu currículo personas que respetas y se ha invertido tiempo en el viaje. La familia, los amigos… incluso los adversarios piensan que la renuncia se debe al ofrecimiento de un trabajo o colaboración mejor. En “Sentir un proyecto empresarial”[1] intenté describirte esos sentimientos cuando, por ejemplo, se deben anteponer los intereses de un cliente o de un "contratador" laboral a los particulares, cuando se tiene que discernir entre lo correcto y lo chapucero, optando por la dimisión como solución personal o subjetiva.
Reconozco que es complicado actuar con esa mentalidad, que algunos individuos tienden a catalogarla, ligera o arbitrariamente, de “mercenaria” o “culo de mal asiento” (ver post “Culito de mal asiento”)[2] y eso que a principios de este siglo un bodeguero de reconocido prestigio en el ámbito local me dio un consejo: “Manolo, cuando nades guarda la ropa”, que te conté en el post “Guardando la ropa”[3], donde también te apunté la razón de aquéllos que armonizan nadar en la cambiante, vacilante y turbulenta agua, con asegurarse caminos futuros por si el actual no cuadra con las expectativas o salvarse las espaldas ante injustas imputaciones de actos o exigencias de responsabilidad. No se es desleal, indigno o hipócrita, simplemente estás “guardando la ropa”, sobre todo en el ámbito profesional[4].
Ciertamente, cuando pululan por mi rededor de manera continua agentes nocivos de diversa índole e importancia que tienden a consolidarse y agravarse y una vez asimilado y analizado el marco colaborativo, se inicia en mi interior todo un proceso de desunión y quiebra de la ilusión por ese trabajo o actividad, que si no se subsana conjuntamente, termina en salidas como la de “Adiós y gracias”[5] de hace unos años y que, tiempo después, según te conté en el post “Fausto y boato[6], tuvo la desgracia de zozobrar. Obviamente, la quiebra no era consecuencia de mi renuncia años antes[7], pero le confesé ayer a mi financiero interlocutor que me bajé de ese tren por pensar distinto (Fuente de la imagen: pixabay).
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[1] Velasco Carretero, Manuel. Sentir un proyecto empresarial. 2005. Sitio visitado el 24/08/2015.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Culito de mal asiento. 2007. Sitio visitado el 24/08/2015.
[3] Velasco Carretero, Manuel. Guardando la ropa. 2010. Sitio visitado el 24/08/2015.
[4] Aunque también se debe justificar en el laboral, “por si las moscas”.
[5] Velasco Carretero, Manuel. Adiós y gracias. 2010. Sitio visitado el 24/08/2015.
[6] Velasco Carretero, Manuel. Fausto y boato. 2013. Sitio visitado el 24/08/2015.
[7] Puesto que a pesar de ser socio de esa corporación empresarial formada por Unicaja, Cajamar… sólo me consideraba una tuerca más de su engranaje.