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Es sorprendente, rayando lo absurdo o irresponsable, la falta de
preocupación de Bruselas por esa sensible situación laboral del sur mediterráneo. La
única solución que promueven es: ajuste, recorte, acritud y crudeza. Por su parte, la reforma laboral española, a un año de su puesta en marcha, ha
demostrado su total inutilidad, ya que no ha servido para nada, ni ha frenado
al paro ni tan siquiera genera algún empleo. Bueno, sí, para algo se ha utilizado la reforma: que en el
tejido empresarial se despida masivamente a todo hijo de buen vecino, con
independencia de que la empresa “despedidora” se encuentre o no en crisis. ¿Qué les queda a estas personas que necesitan trabajar ya?
Se habla de la emigración, pero tiene sus hándicap. El primero es la
insuficiente o inadecuada formación de los que no han tenido la oportunidad de
estudiar una carrera, que son muchos.
Otra barrera la constituye el idioma y mira que hemos
avanzando en su conocimiento, pero todavía es insuficiente. Además del inglés, se necesita defenderse en la lengua germánica si se quiere emigrar a
Alemania, por ejemplo. Y un tercer impedimento lo configuran los lazos familiares o
cohesión familiar, a lo gallina con sus polluelos que a todos los sitios van
juntos y es difícil que se separen, lo que implica que estos jóvenes no emulen
a los conquistadores de antaño y les cueste trasladarse a otros países. En éstas estamos, por lo que no me queda otro camino que
insuflarles valentía, razonabilidad y confianza en ellos mismos, con espíritu aventurero y emprendedor, aprovechando al máximo cada
oportunidad que se les cruce en el camino, ya sea formativa, institucional, laboral o empresarial, para
crecer profesional y personalmente. Fuente de la imagen: archivo propio.