lunes, 22 de junio de 2020

Cuando la individualidad no entorpece la unidad

Fuente de la imagen: archivo propio
Después de uno días desagradecidos en lo profesional, junto a los desencuentros y opacidades de la política en mi país y la lenta evolución del llamado “desconfinamiento” en relación a la COVID-19, posibilitaron que en el fin de semana pasado eligiera para rehojear el libro del polifacético Alejandro Jodorowsky, “La escalera de los ángeles”[1], que me regalaron con una bonita dedicatoria un quince de abril de 2006. Escribe el autor en la contraportada que el texto no fue un consuelo para él, sino una tabla de salvación: “No hay en este libro ni una sola palabra que no me haya sido dictada por ese centro luminoso que es la raíz o el fruto de nuestra sombra”. Jodorowsky habla de una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo toca el cielo y de la cual suben y descienden los ángeles. Este subir de la tierra y bajar del cielo se le presenta al autor, tras la muerte repentina de su hijo, como una vía doble y simultánea para poder aliviar su dolor y acceder a la sabiduría. Paralelamente esta imagen le sugiere diferentes formas de pensar, una clara y sencilla, que poco a poco se va haciendo poesía, y otra, emocional, compleja e incierta, que se va convirtiendo en filosofía. Ambas se entremezclan en las páginas, unidas en un corazón único que late en aquella zona donde el dolor ya es impensable. 

De su diccionario poesófico, me tomo la libertad de transcribir la definición del término “transparencia”: “Todo lo que cambia, lo que no perdura, es ilusorio. Lo que perdura, eternamente igual a sí mismo, es real. El mundo efímero cree conservarse convirtiéndose en memoria. Pero el pasado, lo que pareció ser, y el futuro, lo que parecerá ser, son ilusorios porque la materia donde parecen darse es ilusoria. La parte, al dividirse interiormente, cree tener un contenido real y, por ello mismo, al intentar apropiárselo, se desolidariza de las otras partes, corta la comunicación, se identifica con la memoria y la esperanza de futuro, retarda su disolución con el Todo. Este aspecto negativo puede ser llamado opacidad, porque a través de la forma limitada no se manifiesta el contenido infinito. Cuando la parte reconoce que es solo forma efímera y renuncia a apoderarse de lo que se presenta como su contenido momentáneo, es decir, renuncia a cualquier forma de pasado o de significación futura, manifiesta la eternidad y la infinitud del Todo: su individualidad no es obstáculo a la unión de todas las partes. Este aspecto positivo puede ser llamado transparencia”. Parte de este texto también se ha editado en el sitio book—post, bajo el título “La escalera de los ángeles”. Fuente de la imagen: archivo propio. 
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[1] Alejandro Jodorowsky, “La escalera de los ángeles”. Ediciones Obelisco. 2006.