Fuente de la imagen: DRAL en pixabay |
Escribe David Santa Cruz en América Economía, “Cuello blanco, puños sucios”[2], que realmente el planteamiento del lavado o blanqueo de capitales
es bien lógico y simple: recubrir el umbral de recursos derivados de una
actividad injusta, arbitraria, ilegal o ilícita (como prefieras). A partir de
ahí, la imaginación y la creatividad de los promotores o, como dice una amiga, “vendedores
de lavadoras de dinero negro”, es desbordante y su aplicación muy efectiva,
ante la aquiescencia de los países líderes del llamado primer mundo.
En los delitos objeto de ese post, llamados por el autor
del artículo “de cuello blanco”, las
fases del proceso de blanqueo son tres: 1. colocación física de la moneda en el
sistema financiero a través de una entidad financiera; 2. borrado del rastro,
mediante transferencias a otros bancos ubicados en paraísos fiscales; 3. Reintegro
del capital defraudado al lugar de origen, a través de la adquisición de bienes
y empresas de frontispicio que posteriormente proyectarán plusvalías legales.
Cabe
preguntarse de qué color será finalmente el cuello del cisne o similar palmípeda
en sentido lisonjero. Dice mi amiga que al final, como el noventa y nueve por
ciento de los casos de corrupción, todo quedará en agua de borrajas, si no
tiempo al tiempo (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: DRAL en pixabay.
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[1] Sitios visitados el 03/10/2013
[2] Santa Cruz, David. Cuello blanco, puños sucios. 2013. Sitio visitado el 03/10/2013.