jueves, 27 de septiembre de 2012

Ni conserva ni progresa: destruye

Foto de graduación en la Diplomatura de
Empresariales. Fuente: Archivo propio
Ante una crítica muy fundamentada sobre el modelo educativo existente, que me dejó sorprendido y abstraído durante toda la tarde, ayer le respondí al peque que es bueno enfocar el colegio como una oportunidad de aprender en todos los ámbitos, al tiempo que se disfruta de la posibilidad de relaciones e interacción social, por supuesto pasándoselo bien. Tiene a su disposición instalaciones, comedores, equipos pedagógicos, medios didácticos, relaciones con otras personitas… pero, sobre todo, maestría por doquier, a través de personas presuntamente preparadas, cualificadas, en la difícil y sensible lid de la enseñanza.

En mi caso, el pescado de la formación está casi todo vendido, a excepción de unos restos en liquidación. El idioma a trompicones va avanzando (¡Ay el inglés de los montes de Málaga! Y el chino ni te cuento) y la formación continua ahí anda: hay que aprender tanto en profundidad como en verticalidad, haciéndose lo que se puede. Pero estoy preocupado con los conocimientos que reciben nuestros hijos, la forma en la que lo reciben y, en resumen, las políticas educativas que continuamente se remodelan, a golpe de gobierno de turno. ¿Por qué no se consensua un camino común por estos “conservadores” que quieren conservar y estos progresistas que quieren “progresar”? 

Con sus decisiones y leyes ni se conserva ni se progresa: se destruye perennemente la posibilidad de un futuro mejor para los pequeñuelos. Por otro lado, la construcción de colegios y edición de materiales pedagógico – didácticos, adaptados a la realidad de cada momento, es una condición necesaria, pero sólo necesaria, no suficiente. En demasiadas ocasiones olvidamos al maestro, docente o profesor. Su formación y su motivación es fundamental. Al igual que el médico, este profesional tiene en sus manos los caminos futuros de las personas que educa.  Si el futuro de nuestros hijos está en manos de un mal educador, puede ser por dos razones: porque el sistema haya cometido un error en la selección de ese individuo o porque la política educativa del sistema haya quemado la excelencia y la motivación de ese otrora profesional de la enseñanza.

En ambos casos, hay que actuar rápidamente: al primero expulsándolo y al segundo subsanando los desajustes que han generado esa desafección profesional. Sin embargo, da la impresión que al político de turno le interesa un pimiento lo anterior. Así nos va: ni conservación ni progresión, destrucción. Te dejo una foto de la puesta de largo de la diplomatura, mediados de la década de los ochenta del siglo pasado (la de la licenciatura la he perdido).  Si eres un seguidor de este sitio, sabrás de mi periplo educacional en la infancia. Sólo apuntar que con toda la dificultad de la enseñanza en la década de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, presiento que, a pesar de todo, puede que haya tenido una suerte que los pequeños de hoy no van a tener. En fin. Espero equivocarme y soñar que todo tiempo pasado siempre será peor.