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Por otra parte, algunas personas, no sé cuántas, tienden a un cierto eclecticismo cada vez más acentuado, vía acciones, decisiones y caminar en presuntos contrasentidos. Como lo que me contó Antonio sobre aquel individuo que vestido de fin de semana, ayer le confesaba a la entrevistadora, en la puerta del colegio electoral, su voto a un partido progresista minoritario, mientras dejaba entrever en su muñeca un fantástico rolex de oro.
Y a la vista de lo que avanzaban los sondeos y el resultado de las elecciones, también ha podido suceder lo contrario. ¿Y por qué no la respuesta a lo anterior puede ser que el individuo es un artista de su propia vida, a lo esgrimido por Einstein? Y decide dar el voto a quién le da la gana, con independencia de su capacidad adquisitiva o estatus social. Y el problema sea mío, que sigo anclado en esa posmodernidad que, por ejemplo, me dificulta entender actos como el que me citaba Antonio.
O será que se acrecienta la desilusión por los que zanjan, todavía verdaderos arquitectos de nuestro destino, que deciden lo que está bien y lo que está mal del mundo en que vivimos. Lo anterior me lleva a la siguiente pregunta: ¿Asimilaremos y acataremos el destino que nos construyen esos otros arquitectos o, por el contrario, alguna vez empezaremos a decidir por nosotros mismos?
Como diría el contacto Federico, alimentando ese sociológico posmaterialismo, te dejo un dibujo, realizado por un peque de ocho años, que me regalaron con motivo del día del Padre, acto que también podría catalogarse o argumentarse como lo contrario a la posmodernidad. En fin. Para mí solo es un regalo que quiero compartir contigo. Si quieres más clickea AQUÍ.