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Los sensibles problemas familiares que acarreaban sus espaldas, le habían distraído sobremanera del trabajo encomendado. Llegó el ejecutivo agresivo que era entonces y me lo cepillé sin miramientos, de un plumazo, con una injusta patada en el culo. Pero hoy pienso que posee la razón. Debería haberle preguntado. Igual, la decisión hubiera sido la misma, es decir, la rescisión del contrato, puesto que su tarea exigía una alta concentración.
Pero puede que existieran otros caminos para no perder a un otrora empleado valioso. Y, en todo caso, tacto, delicadeza, respeto, hacia la persona despedida y su situación individual. Lo siento. Solo me queda aprender de esa triste experiencia (dibujo de imagenes-gratis.net). Imagen incorporada posteriormente; fuente: innamikitas en pixabay.