En enero de 2010, uno de los siete padres de la Constitución española, Gregorio Peces-Barba, escribía en El País, artículo “El enemigo sustancial”[1]: “la dialéctica amigo-enemigo es una cultura bélica, de destrucción del adversario, con el que sólo cabe el exterminio desde el odio y desde la imposibilidad de reconciliación.” Ayer, con motivo de un asunto técnico, en determinado momento mi interlocutor, un ex-colaborador, me advirtió que pertenecíamos a equipos distintos, pero que éramos enemigos sólo en el campo, donde se jugaba el partido. No me gusta el pensamiento de “enemigo en un sitio y amigo en otro”, pero no quise entrar al trapo porque no era el momento, por lo que le trasladé que cuando terminara todo hablaríamos. Sí. Te confieso que no estoy de acuerdo con lo que expresó, ya que la filosofía de relaciones comerciales que intento practicar no transita por esos derroteros bélicos.
Me gusta pensar y trabajar en la visión de que mi cliente gana y yo gano. Hoy, el directivo que piense, instigue o propicie esos enfoques belicistas, no tiene ni pajolera idea de las corrientes actuales en estrategia comercial. No me lo planteo como dos equipos, ni mucho menos dos bandos o dos ejércitos. No. Para mí existe un solo equipo, en el que el cliente y el proveedor juegan juntos de forma competitiva para conseguir ese siempre importante objetivo mutuo que han acordado conseguir y en el que, como condición primera y última, debe estar previsto que ambos ganen. Te dejo una foto, que me hicieron ayer, con la mochila a cuestas, junto a Sandra Valenzuela y Jesús Rocandio, en el entorno de la quincena "Málaga y sus Vinos", organizada por el Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Málaga y Sierras de Málaga en las instalaciones de el Corte Inglés de Málaga.
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[1] Gregorio Peces-Barba, “El enemigo sustancial". El País. 2010. Sitio visitado el 07/10/2010.