sábado, 27 de junio de 2009

San Michael Jackson

Hace unos días, le comentaba a Diego, por email, que me encontraba triste por la muerte de Vicente Ferrer. No te trasladé esta congoja por varias razones, que van desde que en el post Vicente Ferrer injertaba mi ánimo por su recuperación, hasta que no me salían las palabras para expresar ese sentimiento de quebranto. Pero esta mañana me he arriesgado a escribir, aunque la redacción sea más torpe de lo que te tengo acostumbrado. El motivo: la muerte de Michael Jackson. Y es que comparo la trascendencia mediática y los movimientos de condolencia de las dos noticias y me estremezco. ¡Dios Mío! Ayer, me decía Paula, adolescente, que se sentía consternada por la pérdida del cantante y que sus amistades estaban muy mal. 

Se sorprendió cuando le comenté que me ha afectado un poco lo de Farrah Fawcett, sobre todo por su última etapa de lucha contra la muerte, pero que por Michael no he sentido nada. Cierto que he escuchado a rabiar sus canciones, he bailado con su música y he flipado con sus vídeos. Reconozco que en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando Paula no había nacido, era el fan número uno. Pero hoy su desaparición me es indiferente y me desorienta aún más la oleada mundial de muestras de cariño, hasta el Congreso de EEUU guarda un minuto de silencio. Ya sólo falta que le den el Premio Príncipe de Asturias o el Nobel. 

¿Y Vicente? Sí, se ha escrito en la prensa varios decentes artículos y se han pasado por algunas televisiones documentales sobre su vida. Pero nada más. Igual, dentro de unos cientos de miles de años, la Humanidad puede que venere a un dios o santo llamado "Michael Jackson" y de Vicente Ferrer ni siquiera se encuentre una ridícula reseña en las infinitas Wikis de ese futuro, porque sus enemigos se han encargado de eliminar todo rastro de su obra. La Vida Misma. Te dejo la foto del póster icono de Farrah Fawcett, realizado en 1976; fuente: Wikimedia Commons.