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Se pregunta Eva Rimbau, en su blog "Recursos Humanos y Estrategia", si existe identidad personal en la empresa. A veces, la evolución de los acontecimientos, proyectos o tareas, nos hace perder la uniformidad o compostura, la identificación profesional y su equivalencia personal, a fin de cuentas, con las que, para no engañarnos, pretendemos conformar nuestra vida empresarial y nuestras relaciones personales.
Empezaba el lunes, 21 de enero, repasando las respuestas a preguntas que de vez en cuando debemos hacernos: ¿Hacia dónde voy en lo profesional? ¿Qué tipo de catalizador empresarial soy? etc. Un inesperado regalo por parte de una amiga, “La mano gloriosa y otros cuentos”, de Marcel Schwob, me hizo desconectar por unos días de esa reflexión íntima.
Pero el miércoles, con la excusa de un desajuste laboral, volví a retomar la cavilación. Ayer, comentaba con mi colaboradora Ana, la difícil línea que separa el “tiempo mental de trabajo” del “tiempo mental personal”. Estoy en la oficina y si tengo un grave problema personal, inevitablemente, pienso en él.
Estoy con mi familia y si el lunes hay que solucionar un grave problema empresarial, inevitablemente en algún momento pienso en cuál sería su solución. Coincido con Rimbau en que pasamos un porrón de horas a la semana laborando, lo que propicia “la incorporación de ciertos elementos de ese trabajo a nuestra propia definición; por ejemplo, aquello en lo que creemos ser más competentes”.
En opinión de Eva, “la clave está en que no nos creamos ser lo que no somos: no somos la empresa, aunque la empresa (o, mejor dicho, el trabajo y las relaciones que en ella desarrollamos) pueden aportar algo a lo que pensamos ser”. Difícil disyuntiva. Te dejo un cortometraje, subido a Youtube por ikijas, con el ruego que no te identifiques con el protagonista. Que tengas un rejuvenecedor fin de semana. Fuente de la imagen: sxc.hu. Imagen incorporada con posterioridad; fuente: geralt en pixabay.