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Pretenden utilizar una y otra vez soluciones que fueron más o menos eficaces en el pasado o que han observado su relativo o subjetivo efecto beneficioso en otras organizaciones (p.ej. el copia y aplica porque a la competencia directa, según ellos, les ha ido bien). No se deberían aceptar esos remedios caseros como fórmulas magistrales o panacea que todo lo arregla, sino que hay que buscar soluciones en consonancia con su proyecto empresarial y el marco económico y social interno y externo en el que navegan. Luego están los propietarios de grupos empresariales que al abrigo de sus certificaciones en calidad, excelencia, RSE y rosario de premios políticos, van pregonando por a diestro y siniestro, en su prensa palmera, las bondades de su organización, lo responsable que son socialmente, ambientalmente, tecnológicamente…
Y cuando levantas un poquito la moqueta de su oficina, aparece la actitud primaria, caducada, antieconómica y antisocial del capitalismo trasnochado de finales del siglo XIX, que sólo cuida el rendimiento inmediato del obrero. Ya nos decía Elton Mayo[1], ideas que también se encuentran desfasadas y superadas, a principios del siglo pasado, que el empresario tiene que asimilar que el colaborador es humano, no es una máquina y que el medio donde interactúa está conformado por bloques históricos, sociales y económicos que no deben ser ignorados. En síntesis, mucho máster, training, coaching, quality… pero, a veces, me da la sensación de que algunos empresarios y ejecutivos acaban de bajarse de una máquina del tiempo que los ha transportado desde la época taylorista y fayolista hasta nuestros días ¿O es que realmente, en la práctica, no hemos avanzado casi nada desde entonces?
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[1] Profesor de la Universidad de Harwad.