Fuente de la imagen: archivo propio |
"El Bicharraco", cenáculo encima de la cornisa El Tajo, sobrenombre que fue asignado por esa pandilla (y desde este sitio reclamo para ellos la autoría y me comprometo contigo a explicarte en un futuro el por qué del nombre), el Camino de los Ingleses, el Puente Nuevo, el Puente Viejo, los bancos de la Alameda o La Ciudad, eran nuestros destinos preferidos.
Allí pasábamos las calurosas tardes, filosofando sobre la vida y la muerte, componiendo letras de canciones, hablando de chicas (y de la inalcanzable musa) o callados, con la mirada perdida en el rico paisaje entre los acantilados cortados por el río Guadalevín, mientras la imaginación volaba hacia lugares o momentos que nuestras limitaciones físicas o económicas no nos permitían.
Los fines de semana, algunos privilegiados disponían de paga e invitaban al resto a unos cogollos de lechuga en “El Lechuguita”, calle Virgen de los Remedios, 35, antaño Casa Moreno, tasca abierta en el año 1969 y que debe su nombre, precisamente, a los retoños de esa hortaliza, que se presentaban cortados en dos o tres trozos, con un poco de vinagre, aceite y ajo. Estaban de escándalo. Por unas cuantas pesetas, tocábamos el cielo culinario, entre patrios de la tercera edad de entonces y otros escasos curtidos paisanos, vestidos todos de domingo.
Fuente de la imagen: archivo propio |
Desde este sitio, quiero recomendarte la cantina. Descubrí un abanico de nuevas tapas a precios muy competitivos (0.75 euros) y generosamente presentadas. Me invitaron también a un “morantito”, mejunje a base de porra antequerana cubierta de patatas fritas de bolsa, que si no te convence, no te aconsejo lo pidas. Te dejo una foto debajo del rótulo y otra del plato objeto del nombre. Si quieres el resto del reportaje, lo he colgado en Facebook.