viernes, 22 de agosto de 2025

Recuerdo del Centinela

Fuente de la imagen: Otro gallo cantaría (M. Velasco, 2010)
En la huerta de la infancia, ubicada en la Serranía de Ronda, decía mi madre que hasta los gallos tenían un alma ancestral. Y así se constataba cada vez que mandaba, con la canasta de mimbre, a recoger los huevos del gallinero. Recuerdo que el gallo de la casa, un ser de plumaje verdoso negro y cola con reminiscencia de arcoíris, me miraba con un recelo que helaba la sangre. Lo llamaba el "centinela", porque parecía custodiar el lugar con una seriedad que ni el más bravo de los guardianes. Mis pequeños pasos, todavía inseguros, se acercaban a su territorio. Él, con una majestuosidad que aún hoy rememoro, se hinchaba como un globo, erizándose las plumas de su cuello a la par que de su garganta salía un sonido grave, cloqueo de advertencia. Era su ritual intimidatorio, una danza antigua de poder. El niño temeroso se paraba en seco, sintiendo que cada músculo de su cuerpo se tensaba, mientras los ojos no se apartaban de los suyos. El tiempo parecía detenerse, sólo éramos él y yo, en una batalla silenciosa por el coyuntural control del gallinero.

Pero mi madre me había encomendado una misión y el miedo, aunque pesaba, no impedía cumplirla. Con la respiración contenida, me deslizaba a un lado de su campo de visión. Agarraba los huevos tibios y los ponía con cuidado en la canasta, sintiendo el calor de la vida que me transmitían. El centinela, con un último cacareo de desaprobación, se daba por enterado y se marchaba con su orgullo espiritual. El infante, con los huevos a salvo, regresaba triunfante a casa. Cuando le contaba esta historia al querubín de ojos curiosos, vi en su rostro la misma fascinación que yo sentía de pequeño. Le narré cada detalle, la tensión, el miedo, la majestuosidad de aquel gallo. Me miraba, también con su alma atemporal y su corazón puro, imaginando el otrora encuentro. Y en ese momento, me di cuenta de que mi madre tenía razón: las historias, como los gallos de la huerta, también tienen un alma antigua y al contarlas, seguimos conectando con nuestras raíces y con aquéllos que nos antecedieron. Fuente de la imagen: mvc.