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Y es que en esta era de la inmediatez y la conectividad constante, el social media, en general, y redes como Telegram o WhatsApp, en específico, se han configurado como herramientas cuasi-forzosas en la interacción profesional, empresarial o institucional, pero ese presunto uso imperceptible para la toma de decisiones importantes dentro de equipos de trabajo plantea serias interrogantes sobre la eficacia y la calidad de las decisiones finales. Ciertamente, la comodidad y rapidez con la que se envía un mensaje y se obtiene una respuesta casi inmediata es innegablemente seductora, pero ese aparente bienestar puede ensoberbecer el laberinto de un sinnúmero de inconvenientes y la necesidad de un debate profundo y estructurado. Olvidamos que los mensajes de textos, por su propio hábitat, carecen de aspectos tales como la expresión corporal, el tipo y tono de voz (incluso, las notas de voz, con innumerables ruidos de fondo y que se escuchan a velocidad rápida -X2-), y otros elementos de comunicación que son fundamentales para una interacción seria y segura, lo que puede dar lugar a malentendidos o que se disperse o disipe lo importante o concreto, por no hablar que determinadas conversaciones en las redes sociales pueden desbarrar en mensajes desconectados, desiertos… entorpeciendo sobremanera la construcción de un argumento sólido y el logro de un consenso. Otro inconveniente es que esa necesidad de responder rápidamente para satisfacer a tu interlocución, impide una investigación previa de calidad que, a su vez, propicie una conclusión o recomendación de excelencia.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2021). A veces me siento como el hijo del desfile. Sitio visitado el 22/11/2024.