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Aprovechándome de la definición de C. Simón sobre “maestro de vida”[4], lo entiendo como esa figura encarnada en una persona, siempre con nombre y apellidos, que, viviendo, con su ejemplo y sabiduría, adiestra a vivir, enseñando vicisitudes que no no se olvidan y que influyen positivamente en el otro, dejando señal o rastro. Por ejemplo, escribe J. González[5], que para él un maestro de vida es el filósofo Schopenhauer, por la importancia filosófica y literaria de su obra que “lejos de quedarse en meras anécdotas, constituye un nuevo esfuerzo por desligarse de lo establecido, proponiendo –con nuevos medios– fórmulas para desenmascarar el sentido del hombre y de sus acciones”. En mi caso, tengo la suerte de disfrutar de la esencia de “maestros de vida”, desde familiares (ver "Sentir la palmada"[6]), amistades, docentes, jefes y jefas, compañeros y compañeras, utilizados como espejo para aprender a caminar mejor. Fuente de la imagen: piper60 en pixabay.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. De “niño perdío” a “er solucionador”. 2021. Sitio visitado el 01/01/2022.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Personas buenas. 2016. Sitio visitado el 01/01/2022.
[3] Velasco Carretero, Manuel. De ola en ola. 2016. Sitio visitado el 01/01/2022.
[4] Simón, César. Maestro de Vida. ABC. 2005. Sitio visitado el 01/01/2022.
[5] González Serrano, Javier. Schopenhauer, maestro de vida culturamas.es. 2010. Sitio visitado el 01/01/2022.