sábado, 3 de julio de 2021

De “niño perdío” a “er solucionador”

Fuente de la imagen: archivo propio
Define “mote” el Oxford Languages como ese “nombre que se da a una persona en vez del suyo propio y que, generalmente, hace referencia a algún defecto, cualidad o característica particular que lo distingue”. A lo largo de mi vida me han puesto motes que he llevado de la mejor manera posible, desde el sufrido y luego entrañable “niño perdío”, que te conté en ¡Ahí va el niño perdío![1], hasta otros más juiciosos como “hombre bueno”, referenciado en “Personas buenas[2], derivado de mi actividad como mediador, pasando por “aeroplano” en la infancia, por mis dos “sopletes” de orejas (arriba te dejo una instantánea); “melón blando”, en la adolescencia, que me lo puso el amigo Vázquez, supuestamente por mi parecido “a lo basto” a Marlon Brando o, ya de adulto, “el Cluny”, en alusión a George Clooney (ver ¡Esos cabellos blancos...[3]).

La verdad es que no me queda otra opción que tomármelo con filosofía y, pensándolo bien, es una suerte generar unas sonrisas en personas queridas, sean familiares, amigos, amigas o compañeros y compañeras de trabajo o profesión. Como escribe José Delfín Val Sánchez en “Apodos y Motes y Cognomentos[4], “todos los motes se llevan con orgullo, porque ninguno estorba”. Más adelante, nos recuerda Val que “en el medio rural, donde más intencionadamente se mantiene la costumbre, "el que no aguanta es un lila" (y "lila" no es mote, sino condición)”. Así que “aguantar toca”. El último alias me lo ha puesto Adolfo, amigo que te he referenciado en textos como “Respetazo gordo[5], y no es otra frase que “el solucionador”, aparentemente o en alusión a ese profesional que aporta soluciones, no creando problemas.

Tiene gracia “el Adolfo” o bien está el hombre hasta la coronilla de rentas, sociedades, cuentas anuales… y le ha dado por desahogarse conmigo. Bienvenido sea “el envite”. Resulta que su despacho, cuando tiene que solucionar algo complejo, sensible o especial, en un corto espacio de tiempo y sin poder dedicarse ellos porque están hasta “las cejas” de trabajo, pues me llaman (agradecido por las propuestas). Finalmente, no me gusta ese apodo porque me recuerda al “chico de los recados” de la película “El irlandés”, de Martín Scorsese (no más lejos de la realidad), pero “se acepta pulpo como animal de compañía”. En la imagen que te dejo observarás los dos “peazos” de orejas, cuando era pequeño (dicen que las orejas grandes son sinónimos de vitalidad e independencia). Este texto se lo dedico especialmente a Adolfo por la feliz ocurrencia. Fuente de la imagen: archivo propio.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. ¡Ahí va el niño perdío! 2007. Sitio visitado el 03/07/2021.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Personas buenas. 2016. Sitio visitado el 03/07/2021.
[3] Velasco Carretero, Manuel. ¡Esos cabellos blancos... 2007. Sitio visitado el 03/07/2021.
[4] Val Sánchez, José Delfín. Apodos y Motes y Cognomentos. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Sitio visitado el 03/07/2021.
[5] Velasco Carretero, Manuel. Respetazo gordo. 2019. Sitio visitado el 03/07/2021.