Acto de entrega del título de Grado en Derecho, realizado por Paloma, representante de la UNIR, que tuvo lugar en Sevilla, España, el dos de junio de 2018. |
Si eres follower de este sitio, conoces mis vicisitudes en el camino estudiantil, desde la entrecortada y a destiempo EGB, con mi cartilla de notas que, como le dije al querubín, era toda un trágico poema, consecuencia de la incorporación tardía, los obligados y sucesivos cambios de colegios y las contrariedades de un niño del campo que de pronto tuvo que adaptarse a la ciudad. Ya en el BUP, gracias a algunos profesores y al reducido pero efectivo grupo de amigos, la cosa se fue enderezando y abordé la superación de los problemas de la niñez, con la tartamudez como perenne estrella invitada. Con la ayuda de las becas de los gobiernos de la UCD, primero, y PSOE, después, junto a los trabajos en las vacaciones, emigrando al País Vasco durante unos años y la pasantería en un despacho de economistas y abogados, comenzaron a llegar los títulos universitarios en Empresariales, Mercantil y Económicas así como los créditos del Programa de Doctorado en Dirección Estratégica o la convalidación de Estudios como los Inmobiliarios (Administración de Fincas). Después, en plena vorágine profesional, entrada la década de los noventa del siglo pasado, intenté Psicología e Informática en la UNED, pero aquello fue un fracaso rotundo por dos razones: 1. La actividad laboral de alto ejecutivo (sí, de esos que llevan rolex en la muñeca y hasta la última marca exclusiva de ropa interior) en una institución del sector de la distribución (supermercados e hipermercados), donde cada día que pasaba me iba desnaturalizándome y el niño del campo dejó de tartamudear y se convirtió en un ser poco más que despreciable. 2. La soledad de la educación universitaria a distancia, que generó una frustración peor que la registrada en la EGB, hasta el punto que arraigó en mi mente un sentimiento de escepticismo a toda enseñanza relacionada con la “distancia” y una admiración a las personas que habían logrado sacar una carrera en esa “monstruosa” universidad española.
Y casi sin darme cuenta, llegué a la segunda década de este siglo, con la necesidad de “resetearme” nuevamente para seguir siendo competitivo en la selva de cemento y seguir trayendo con deontología “recursos a casa” (ya sabes que en los sectores de actividad donde me muevo, seguir la directrices de "Madre Teresa" es "harto complicado"). Recuerdo que en 2011, en el texto “Quien rompe, paga”, te confesaba que estaba pensando seriamente estudiar Derecho, puesto que me permitiría cosechar conocimientos técnicos en materia jurídica que me vendrían muy bien en mis actividades profesionales. Por otro lado, las convalidaciones me exonerarían algunos créditos, por lo que en dos años o menos, si aprovechaba los estudios, podría disponer de la titulación. Cierto que tiempo atrás, varios miembros de los colegios profesionales donde estaba integrado, me animaron a matricularme en una de esas universidades surgidas al abrigo del cambio consecuencia del Proceso de Bolonia, donde, pagando un “pastizal”, te ibas a Madrid, Barcelona o Valencia el viernes y el sábado y en un “plis plas” ya tenías el “Grado”. Disponía entonces del “pastizal” pero no estaba dispuesto a sacrificar los fines de semana fuera del hogar y perderme los primeros años del querubín, por mucho “plis plas” y otras cuestionables “facilidades” que te prometían. Ahora me alegro de no haber optado por esa opción universitaria, porque me da la impresión de que hubiera obtenido un título “de aquella manera” (como dice Antonio: "cifuenteando") y me hubiera perdido la convivencia con mi familia. Así que, adentrado el año 2013, decidí afrontar el reto de estudiar Derecho, barajando varias opciones en modo “presencial”.
Firma del RECIBÍ de entrega del título del Grado en Derecho |
Una amiga me contó que existían universidades “on line”. Le relaté mi desastrosa experiencia en la UNED con su método “a distancia”, pero insistió. Estuve estudiando la oferta educativa existente entonces, junto a mi familia "nos liamos todos la manta a la cabeza", reorienté y aminoré la actividad profesional y, finalmente, me decidí por la Universidad Internacional de la Rioja, conocida como UNIR. Su método on room (ver “En la habitación (On Room)”) me gustó. En “Auténtica chorrada” te apuntaba algunas pinceladas de su planteamiento pedagógico-didáctico: clases, conferencias, seminarios… a las que asistí y que no tenían nada que ver con lo que conocí en la UNED, pero tampoco nada que ver con webcam puro y duro, sino con interacción en directo, íntimo, cercano y total profesor-alumnado y alumnado entre sí, acercándose en algunos casos a las realizaciones de platós televisivos, opciones que, por otro lado, también eran cuestionadas por expertos en elearning, argumentando que despistan sobremanera al alumnado ¿o es que en las clases presenciales tenemos la oportunidad de ver, si queremos, la coronilla del docente o la incipiente arruga que le ha salido en la frente, porque esos planos nos van a enriquecer más en el aspecto pedagógico y didáctico? Obviamente, todo depende de los perfiles de conexión que cada asistente disponga en “su habitación”, pero por lo demás, no sé dónde se encuentra la diferencia competitiva de ese proyecto con la realidad de algunos centros docentes españoles. Casi sin darme cuenta me encontré con el Grado terminado y un expediente académico a años luz de los que ya disponía en otros estudios reglados “presenciales”.
Y ya puestos, terminado el Grado, aunque "no había más manta que la familia pudiera liarse a la cabeza" (por lo que no pude seguir el postgraduado en la UNIR), pero con la ayuda económica de amigos y amigas (Muchas Gracias), los trabajos que iban saliendo y una beca, me matriculé en un máster presencial, volviendo a la Universidad de Málaga (UMA). Por la experiencia de algunos de mis allegados, que optaron por la realización del Grado en “tres fines de semana” y luego no saben entre-leer las presuntas barbaridades de un tertuliano, y si bien en la UNIR me habían obligado a trabajar duramente, andaba un tanto preocupado por el nivel real de conocimientos que había acumulado en la UNIR, pero la “dura experiencia” en el máster en la UMA (y que te he contado en este sitio), certificó la excelente labor previa del equipo de docentes de la UNIR para con mi formación reglada en materia jurídica (Gracias). En una de las reuniones de un departamento de la UMA, del que fui miembro durante los años 2016 y 2017, en relación a un tema que se estaba tratando, trasladé mi experiencia como alumno en modo on line, a lo que un asistente comentó despectivamente “si, ya, la universidad del aire”. Le respondí que "esa universidad del aire" había posibilitado mi formación jurídica y que estaba muy orgulloso y agradecido. En fin. Te cuento todo lo anterior porque ayer estuve en Sevilla (España), con motivo del acto de entrega del título oficial de Grado en Derecho, que se da años después de finalizada la carrera universitaria. Mientras Paloma, representante de la UNIR, me hacía entrega del título (en el encabezado te dejo una instantánea del momento), me acordé de mis profesores y profesoras, así como de mis “pesadas” pero “efectivas” y “motivadoras” tutoras. Desde este sitio y en este momento, vuelvo a trasladarles a todos y todas mi agradecimiento por su “buen hacer” y su exquisita pedagogía, didáctica y suma paciencia para con mi persona: Muchas Gracias (Fuente de las imágenes: rvs).
Firma del TÍTULO del Grado en Derecho |