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Si eres follower de este sitio, por textos como “Mentoring con calzador” o ¡Qué punto![1] conoces mi interés por todo lo que rodea al mentoring. En el post “Mentoring”[2] me adentraba en la antigua Grecia, donde parece que era costumbre que los jóvenes se relacionaran con aquellos de sus semejantes catalogados como veteranos, decanos o mayores, para aprender y emular los valores y las habilidades de sus precursores. Generalmente, el elegido acostumbraba a ser un amigo del padre, un allegado o un familiar. Así, preparándose Ulises (Odiseo), para la Guerra de Troya y su interminable viaje (obra La Odisea, de Homero), confía la tutoría de su hijo, Telémaco, a su amigo, Mentor, de ahí que la palabra “mentor” sea relativa a tutor, profesor, consejero o persona sabia. Los griegos cimentaban esta correspondencia en los pedestales del fundamento de la conservación de la especie humana. Las personas asimilan destrezas, conocimiento, sabiduría y valores a partir de otros individuos, a quienes veneran o respetan. Estos principios han sido importantes dispositivos en la continuidad de la cultura, de la actividad económica y de la propia sociedad, desde la Prehistoria. En ese sentido, mentoring es un proceso de aprendizaje, por el que una persona asume la propiedad y la responsabilidad de su propio desarrollo personal y profesional. Para ello, se instituye una relación individualizada, coordinada por el mentorizado, a través de la cual, el mentor destina su tiempo, distribuye su comprensión y entendimiento y consagra su energía para que el mentorizado obtenga nuevas posibilidades, progrese su modo de cavilar y despliegue toda su potencialidad como profesional y, por derivación, como individuo.
Lo anterior viene a colación, entre otras oportunidades, porque lo del amigo que escogió Ulises para dar consejos a su hijo, lo cuenta la Asociación Española de Mentoring, AMCES, en su página web. Hace unos días, Rafael me cursó invitación (Gracias), para inscribirme como mentor en el Registro de AMCES y, ni corto ni perezoso, procedí a cursar el preceptivo alta, escogiendo el tipo de proyecto que me gustaría mentorizar (si quieres acceder a mi perfil en esa red, clickea AQUÍ). Los perfiles de los Mentores, previo filtro técnico, se publican en el portal de la organización, junto con un buscador que permite a los emprendedores, startups y empresas de todo el país (de todo el mundo, diría), localizar a su mentor “a medida”, según parámetros concretos, y proponerle directamente un contacto, vía email. El Alta, la acreditación como mentor Registrado de AMCES, el mantenimiento de la publicación del perfil y el envío de las propuestas de contacto, por ahora son gratis. Por cierto, AMCEs entiende el mentoring como el ofrecimiento “al individuo o al grupo mayor criterio para tomar decisiones y solucionar retos o problemas corporativos o del equipo directivo en el medio y largo plazo, que es su espacio natural de juego. A diferencia de un asesor, prescriptor, su herramienta es la estrategia y se implica en la visión, evolución y resultados del proyecto o empresa”. También, apunta la diferencia entre mentoring y coaching. Para la organización, “a diferencia del Coach, que entrena y ejerce tácticas para desarrollar eficiencia y conseguir el mayor rendimiento a partir de las capacidades existentes en el escenario actual, el Mentor, a partir de una perspectiva más elevada, dibuja un nuevo road map y conviene con el individuo o el grupo qué quiere hacer, qué quiere ser, dónde quiere ir, le ayuda a decidir la estrategia y le acompaña en el viaje”.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. Mentoring con calzador (2013), ¡Qué punto! (2013). Sitios visitados el 22/06/2016.
[2] Velasco Carretero, Manuel. Mentoring. 2008. Sitio visitado el 22/06/2016.