domingo, 16 de febrero de 2014

Olla de coles

Fuente de la imagen: archivo propio
Desde que hace unas semanas, paseando por Sevilla (ver postLa dura calle[1]), mi pituitaria reconoció el aroma de una olla de coles, tenía ganas de este repollo de la familia de las brasicáceas. Ayer tocó cocinarlo al estilo rondeño para seis comensales, aprovisionando previamente una hermosa col, de un kilo aproximadamente, casi medio kilo de garbanzos puestos a remojar la tarde anterior, morcilla y chorizo rondeño, una costilla añeja, un cuarto de costilla de cerdo fresca, ídem de pollo y de ternera (me gusta echarle ternera), dos patatas y una zanahoria.

Para no cargarlo en demasía, exilié al tocino. Tampoco invité a la calabaza y no se me olvidaron dos hojitas de laurel y dos granos de pimienta negra. En el sofrito bastan cuatro dientes de ajo, una cebolla, comino (media cucharada pequeña), pimentón (una cucharada) y aceite de oliva virgen extra. ¡Ah! Sal no pongo puesto que se presupone que la costilla salada, la morcilla y el chorizo ya aportan suficiente cloruro de sodio para los maduros cuerpos serranos que ansiosos esperaban el sustento.

En una olla adecuada, se coloca la carne, los embutidos, el añejo, el laurel y la pimienta, echando agua[2] y esperando el hervor[3], momento en el que se gradúa a fuego lento. Alrededor de una hora después, añado el chorizo y la morcilla sin cortar, la col, las patatas y la zanahoria cortadas y los garbanzos embebidos, dejando a fuego lento hasta su cocción, incorporando el sofrito minutos antes de que finalice ésta. Delicioso plato ideal para las fechas de frio y lluvia en las que estamos. Te dejo unas instantáneas.
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[1] Velasco Carretero, Manuel. La dura calle. 2014. Sitio visitado el 16/02/2014.
[2] Dos litros y medio poco más o menos.
[3] Limpiando de vez en cuando el caldo con una espumadera.