Con Teófilo Martínez Gay. Fuente de la imagen: archivo propio |
Desgraciadamente, estuve al cabo de la calle del conocimiento de individuos que más que directivos comerciales, si es cierto lo que se decía de ellos, hoy los catalogaría de impresentables, esgrimiendo presuntas banderas de todo tipo, en la mayoría de los casos extremistas de cualquier color, untando mantequilla a todos los integrantes de cuadros directivos de las distintas organizaciones que se dejaban engrasar y con los que se codeaban externamente (congresos, jornadas...) e internamente (pasillos, despachos, cafeterías...), por no decir "scandalosamente". Pero realmente la fama que les acompañaba era la de indecentes, manipuladores, traicioneros, sin moralidad ni ética, egoístas, tiranos y siempre solitarios e interesados carroñeros. Por mucho que les pese a cierto tejido empresarial y político, estamos en un cambio de época y deberemos jugar en ligas económicas y sociales impensables hace unos años.
Sin embargo, en la década de los noventa del siglo pasado conocí muy bien el perfil del “excelente
director comercial de una empresa de formación” que se estilaba entonces, dibujado por los líderes empresariales del sector (y no por el manojo de egocéntricos y creídos cantamañanas de turno), tocándome ejercer en más de una ocasión el papel. Incluso, cuando colaboraba en el año 1998 en un
proceso de reorganización empresarial en el Grupo Tadel, tuve la oportunidad de
participar, junto con Antonio, en la selección de uno de ellos, Teófilo, que dependiendo de la propiedad, diseñó, lideró y coordinó un equipo de comerciales en toda España, consiguiendo objetivos muy por encima de las previsiones. Estos profesionales me enseñaron muchas cosas, siendo una de ellas la de que un proactivo director comercial es siempre una gran persona (fuente de la imagen: sxc.hu).