domingo, 7 de julio de 2013

No regar melones al mediodía

Fuente de la imagen: archivo propio
Anoche terminé de releer “El arte del Liderazgo”[1], de Thomas Cleary. Llevo días un tanto desorientado y me cuesta concentrarme, sobre todo en el estudio, así que al principio de la semana decidí leer algo de zen. Ahora estoy casi igual que el lunes, pero con propósitos de enmienda. La lectura me ha servido para caer en la cuenta que lo que me pasa es que intento hacer muchas cosas en igual o menor tiempo y eso a medio plazo sólo es bueno para que empiece a rendir peor. Por otro lado, como parece que no debo lacerarme ante los demás, ya sea cliente, proveedor, colaborador, jefe… pues… 

¡Hala!  A seguir llenando el saco de irritación.  Menos mal que te tengo a estas horas del alba para desahogarme un poco, a modo de terapia. En cuanto al libro, lo compré en el año 1995[2], cuando me repitió el “avenate” de la lectura de filosofía, autoayuda e inteligencia emocional. El autor se basa en las enseñanzas de los maestros del budismo zen. Después de tantos años cogiendo polvo en la estantería, el nuevo hojeo ha dibujado en mi cara sonrisas, al no tomarme la lectura tan circunspecto y serio como hace dieciocho años. 

La óptica mental hoy es distinta y eso está bien. Tal vez, como dice la moraleja del capítulo 180 (Anales de la Montaña del Norte), el quid de la cuestión se encuentre en no regar melones al mediodía. Te transcribo el párrafo final: “¿Acaso no es una cuestión de apreciar lo que está más allá de toda medida? Es lo mismo que regar melones al mediodía. Me temo mucho que los que saben se rían, así que no lo haré” (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: archivo propio.
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[1] Cleary, Thomas. El arte del Liderazgo Ed. EDAF. 1995.
[2] Me costó mil seiscientas de las antiguas pesetas.