Esa noticia la recibía al mediodía, después de que Enrique (a propósito, uno de los políticos de la legislatura andaluza actual con menos dinero en entidades financieras, leído en El Ideal: "El gusto por el ladrillo de sus señorías"), me explicara el funcionamiento de un banco malo (Gracias), ya que le trasladé que me hubiera gustado asistir a la ponencia que sobre el referido instrumento financiero impartió la semana pasada en la sede del Colegio de Economistas de Málaga.
Un lujo disponer de primera mano de su opinión. Lo primero que me aclaró es que el banco malo en realidad es una sociedad de gestión de activos procedentes de la nacionalización bancaria, y que también se conoce por su acrónimo, Sareb, creado en España el 19 de noviembre de 2012 y próximo a convertirse en la mayor inmobiliaria de Europa. Por tanto, es una entidad que recepciona los activos tóxicos de las entidades financieras. Aunque dispone de accionistas privados, en mi opinión, es el contribuyente el que finalmente se hará cargo de las minusvalías que se registren, tanto en la transmisión como en las pérdidas posteriores generadas en la venta de esos activos.
Los defensores del banco malo argumentan que, al proteger al sector bancario, se reactivará la situación económica que vive el país, ya que se supone que cuando las entidades financieras se hayan desprendido de los activos tóxicos, tendrán liquidez que pondrán en circulación vía crédito a la clase empresarial, posibilitando la creación de empresas y, por derivación, la contratación laboral. Los detractores de la opinión de los defensores argumentan que de circulación de crédito nada de nada, ya que esa nueva liquidez será utilizada por la banca española para pagar la deuda contraída con los bancos alemanes y franceses. En fin. Sigo pensando que de Islandia se sabe o se difunde poco o nada. Banco Malo Malo.