Fuente de la imagen: archivo propio |
Hace unos años (2006), estuve trabajando en Granada (España),
en un proyecto que finalmente no se consolidó su continuación. Antes de
volverme a Málaga, recibí una interesante oferta de colaboración a largo plazo de
parte de un empresariado con el que ya había trabajado otras veces. La novedad es que la propuesta no sólo se hacía extensiva a
mi perfil, sino a otra persona de mi ámbito profesional, también conocida por
el ofertante. Por razones que hoy no vienen al caso, conjuntamente declinamos
el importante ofrecimiento, el cual agradecimos muy sinceramente, tanto por la
persona que nos lo hizo, como por el trabajo en sí.
La reflexión que esta mañana te realizo es que fue una propuesta en toda
regla dirigida a un equipo de trabajo concreto. Ayer, mientras escuchaba lo que
me contaba un contacto, me acordé de esas vivencias. A pesar de lo que está cayendo, la opción de contratar
equipos de trabajo, en vez de puestos individuales, parece que sigue dándose,
al menos en mi ámbito territorial de actuación. La verdad es que si se dispone de presupuesto, reclutar a un
grupo ya testado, acelera sobremanera tu penetración en tal o cual sector o mercado.
Es más, suelen ser moneda de cambio en proyectos de adquisición, incluso en
entidades inmersas en concurso de acreedores. Por otro lado, si cuentas con un historial profesional
integrado con currículos de otras personas
y forjado en experiencias traumáticas o especiales, tu cotización sube como la
espuma, por no hablar de las sinergias, economías de escalas, clientes,
contactos de proveedores… que acompañan al paquete contratado. Fuente de la imagen: archivo propio.