Fuente de la imagen: archivo propio |
El caso es lo fácil que podemos caer en tener el “yo” en la
boca a todas horas, si bien algunos se pasan siete pueblos, con su yoismo
endémico. Reflexionó Alfonso acerca de este desajuste, generado por la falta de
confianza en sí mismo y otras debilidades de la personalidad y las relaciones. Los yoistas tratan
de tapar su inseguridad incomodando a los demás. Generalmente son celosos de su
privacidad y mezquinos a más no poder.
Al final, a estas personas se les va reduciendo sus círculos
de relaciones sinceras, hasta que sólo se quedan en la cuadrícula de aquellos
familiares que los quieren, los aceptan como son o coyunturalmente están obligados a
aguantarlos. Escribe Atenea en over-blog.net[1], que el yoismo es una grave
enfermedad que se manifiesta creyendo el enfermo que es el centro del universo.
Son personas que creen tener siempre la razón, no se equivocan nunca, hay que
hacer las cosas en el momento y en la forma que ellos digan…
La verdad es que es un rollo bregar con los señores yoistas,
ya que, como dice Atenea, necesitan tener bajo sus pies a los demás para así
demostrar el excesivo yoismo que los
consume. Coincido con aquéllos que piensan que lo peor de la enfermedad es que el
que la padece no se da cuenta que la tiene, por lo que al pasar del tiempo el
enfermo se transmuta en un ser súper egoísta,
déspota y abusivo. Fuente de la imagen: archivo propio.
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Atenea. La enfermedad del yoismo. over-blog.net. 2010. Sitio visitado el 04/12/2012.