Fuente de la imagen: elaboración propia |
A pesar que en España las monedas y los billetes de euro
entraron en circulación el uno de enero de 2002, todavía en 2003 en sitios como
Mollina (ver post “Si el vino viene, viene la vida”[1]), tenía que pensar y hablar en
código peseta, cuando explicaba las compras de uva y aceituna y las ventas de
los productos elaborados. Incluso años después, no me extrañaba que esa costumbre
no se hubiera erradicado aún, sobre todo en las personas mayores.
Por otro lado, desde hace meses, sin proponérmelo
conscientemente, en algunos temas económicos, hago un esfuerzo de cálculo
mental para convertir la cifra de euros a pesetas. Alguna compañera me mira
extrañada cuando después de decirme que tal o cual artículo cuesta trescientos
cincuenta euros, le suelte: “Sí, sesenta mil pesetas”. Luego le explico que
estoy haciendo prácticas para lo que previsiblemente se nos puede venir encima (ver
post: ¿Vuelve la peseta?[2]).
También, he observado en los comercios pequeños (tiendas y
bares, fundamentalmente), esta conversión, que ya sea en broma o en serio, va
calando. De hecho, el artículo de Carmen Pérez-Lanzac en El País: “Vuelve la caña a cien pesetas”[3], certifica el comentario. Los restaurantes recuperan
precios en pesetas: cinco botellines, a cien pesetas cada uno, quinientas
pesetas; es decir, tres euros. La crisis empuja a las franquicias a
estas estrategias comerciales, mientras nuestro cerebro hace prácticas de
matemáticas y se prepara para lo que el futuro le depare (Fuente de la imagen: elaboración propia).
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[1] Velasco Carretero, Manuel. Si el vino viene, viene la vida. 2005. Sitio visitado el 23/09/2012.
[2] Velasco Carretero, Manuel. ¿Vuelve la peseta? 2011. Sitio visitado el 23/09/2012.
[3] Pérez-Lanzac, Carmen. Vuelve la caña a cien pesetas. El País. 2012. Sitio visitado el 23/09/2012.