De zq. a drcha. Alfonso, Mamen, Manuel y Georgia. Fuente: archivo propio |
Te dejo una foto realizada en la mañana de ayer, con los contactos Mamen, Georgia y Alfonso, en la vinoteca del Museo del Vino Málaga, con motivo de la degustación del Botani 2011 que Georgia tiene en promoción durante estas semanas. La responsable de desarrollo y ventas del centro nos interpretó las fragancias, el exquisito dulzor y la seducción de ese moscatel lúcido, inmaculado y perseverante, elaborado por la bodega Jorge Ordóñez and Co. en pleno corazón de la Axarquía. Por la tarde, a petición de un contacto y para temas de reestructuración empresarial, en la sede de una empresa instalada en el Parque Tecnológico de Andalucía, participé en una videoconferencia con profesionales de un país hispanoamericano, mientras el recuerdo de la degustación pululaba en la mente. Durante las dos horas de trabajo, además de aportar, espero, mi granito de arena en el análisis y propuestas realizadas en directo, tuve la oportunidad de observar cómo nos comportábamos, los participantes de Málaga y los del otro lado del charco, frente al recurso tecnológico que estábamos utilizando para comunicarnos.
El primer error que creo comentemos los que somos inexpertos en estas lides, es pensar que la videoconferencia es un engendro de reunión vía conexión telefónica, donde veo a los demás interlocutores. Pero no caigo en la cuenta que ellos también me ven a mí. Es decir, si intervengo, los demás me ven y si estoy callado, los demás también me ven. Otra cuestión es que debo pensar en el artilugio que me enfoca y actuar en consecuencia, es decir, mirar fijamente a la cámara cuando esté hablando (ojo, también tener localizado y controlado al micrófono). En un instante determinado, consecuencia de localizar información adicional en mi pequeño ordenata, me encontré hablando y escribiendo al mismo tiempo. En un momento, pensé que no estaba siendo considerado con el resto de los participantes y pedí perdón por el supuesto desaire. ¿Y qué decir de la etiqueta? Por el diseño floreado y multicolor de la camisa de uno de los interlocutores, además del anárquico perfil (y no profundizo en la posición que disfrutaba, recostado en su sillón), me dio la impresión que se encontraba en bermudas y chanclas, por no pensar que acababa de terminar una fiesta "jaguayana", a la vista del presunto desorden del trozo de la mesa de su despacho que, con todo lujo de detalles, se veía en la pantalla.
Si el number one y el resto de los participantes no están vestidos de forma voluptuosa y festiva, qué menos que procurar adaptarse a la cultura y el estilo de la organización en la que te encuentras integrado estructural o coyunturalmente. Y si mi imagen y mi entorno no puede estar en sintonía, debido a los distintos husos horarios, festividad en el ámbito local, los necesarios descansos, etc., te disculpas y procuras que la cámara enfoque sólo lo que tiene que enfocar ¿No? En fin, que debo prestar atención a esta forma de comunicación, para rentabilizarla al máximo y encontrarme a la altura de las circunstancias protocolarias y de estilo de los participantes. Al igual que el Botani 2011 de la mañana, hay que procurar encontrarse lúcido, inmaculado y perseverante en la videoconferencia. Tal vez, una formación complementaria en estas lides no me vendría mal. Acepto sugerencias.