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Tiene que suceder lo que no he prestado atención, cual fatídico guion escrito se tratara, para a la postre dar la razón a esos respetados seres. Ayer por la mañana, horas antes de la sustracción del pegajoso elemento, estaba como en una nube. El cerumenolítico habría hecho el efecto ablandamiento de la sustancia amarillenta, porque mi capacidad de escuchar se encontraba bastante mermada. Cuando el especialista hizo su trabajo, descansé y me mareé al mismo tiempo. Después, sentí felicidad al poder reconocer de nuevo la cantidad de sonidos que me rodeaban. Por un momento, todas las noticias presuntamente tristes de los últimos días, se volvieron de otra tonalidad o, al menos, escuché mejor lo evidente, inequívoco, innegable, que cada ente transmite.
Por la noche, al inventariar lo vivido en el día, reflexioné acerca del nuevo enfoque valorativo que se da a las solturas o capacidades que malogras, aunque sea transitoriamente, como el sentido del oído. Poco antes de dormirme, percibí el susurro del viento. Me fui al mundo de Morfeo sintiendo mi propia respiración. He dormido más profunda y plácidamente que las últimas noches. Al levantarme, rondaba mi cabeza la idea de escribirte la experiencia y desearte que no solo escuches con serenidad lo negativo de las cosas, también es necesario atender vivazmente lo positivo que todo contiene. Así que aquí tienes este post, entre lo real y lo metafórico (fuente de la foto: imagenes-gratis.net). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: geralt en pixabay.