Ajustado, ajustado ¡Uf! Los primeros seis meses de 2011 se me han pasado como un rayo, tanto en lo profesional como en lo personal. En lo primero, si eres un sufrido lector de este blog no tendré que darte explicaciones. No me quejo. Si tengo trabajo es un buen año. En lo segundo, porque durante ese periodo he estado viviendo en otro lugar, consecuencia de las eternas reformas del hogar, programadas desde 2009 e iniciadas a principios de este año.
¿A quién se le ocurre meterse en ese berengenal en época de crisis? A mí y no me arrepiento, pero el desgaste físico y emocional es mucho. No me quejo, si puedo hacerlo es un buen año. Los fines de semana de julio los aprovecho para volver a colocar los libros en las estanterías y los cuadros en la pared. Me temo que estaré pringado lo que queda del verano.
Ayer, por la tarde, me eché en el sofá a descansar un poco. Enchufé la televisión, había empezado la película "Un buen año" y al percibir que trataba de viñedos, infancia, relaciones... me zambullí en ella. No es una gran cinta, porque casi todo lo que pasa es predecible. Por otro lado, veía más de protagonista a Cloney que a Russell, pero, bueno, dícelo al director.
Algunas escenas me transportaron a otra época, finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, donde mi perfil profesional se acercaba al del prota: Todo el día trabajando y fastidiando. También, me recordaron enfoques de otros directivos y profesionales, con frases del tipo:
"Buenos días Esclavos"
"Hoy es el día de los cabrones"
"Es más divertido cuando todos te odian"
"Arde en el infierno, púdrete en el infierno, muérete"
En conclusión, no me desagradó, reflexioné, valoré lo que debe ser importante en la Vida y me imaginé frente a una botella de buen vino, heredando un castillo como el de la película.