La participación del presidente del gobierno español en el Día de la Oración de Estados Unidos, me ha recordado el nombre que hace unos años le puse al epílogo que todo proceso de cambio debe tener: “La oración del cambio”. Unas veces obligado por los acontecimientos, otras porque se me ha asignado o contratado la coordinación del cometido, el caso es que he participado en alguna que otra variación organizacional. Pasado todo, si se puede decir que haya un punto de finalización, puede darse el caso de que muchos de los agentes implicados no se encuentren razonablemente satisfechos. Un estadio emocional podría ser dosis de insatisfacción junto a un porcentaje del deber cumplido y una cierta sensación de que al fin pasó todo. Meses después, si eres objetivo, percibirás los verdaderos resultados de esa gestión del cambio, pero hasta entonces, desazón o tristeza pueden aparecer.
Para evitar el riesgo al descontento, además de la necesidad de involucrarte directa y sinceramente en el proyecto, debes inculcar en el equipo la idea de cambiar para mejor, redactando propósitos e intenciones definidos, precisos... al tiempo que se informa de manera continua y clara a todas las personas involucradas en el proceso de metamorfosis que se pretende. Finalizado el trabajo, se hace necesario lo que llamo “oración del cambio”, es decir, reflexionar sobre todo lo acontecido, las meteduras de pata y los logros conseguidos, fotografiar mentalmente el nuevo paisaje empresarial, y darnos las gracias mutuamente por el trabajo realizado, que nunca fue fácil. Después, descansar un poco y propiciar los cimientos de una nueva transformación. Que tengas un reparador fin de semana (
imagen de sologif). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.