Vaya día de calor ayer, aquí en Málaga capital (España). Menos mal que la chaqueta actuaba de cámara de aire. Parece un contrasentido, pero me la quité en plena calle y las glándulas sudoríparas se pusieron a trabajar a tope. Mientras volvía a trajearme, ante la mirada burlona de unos/as obreros/as del ayuntamiento, en plena Alameda Principal, me alcanzó por la espalda un tortazo, que exprimió el resto de secreción de esa zona y obligó al tejido de la camisa a examinarse sobre transpiración, composición y calidad de la tela, obteniendo un cuestionable aprobado.
La mano que desencadenó todo era de un ex-colaborador. Después del preceptivo saludo, le pregunté cómo estaba. De “vacaciones forzadas”, me dijo. Ante las perspectivas a corto plazo del sector de actividad donde se ubica la empresa, la dirección había decidido cerrar en verano para reducir costes. Es una estrategia utilizada en tiempos de crisis. Tiene su término en inglés: "Furloughs". La pega o el inconveniente que le asigno es que cuando vuelvan a reiniciar la actividad, vuelta de vacaciones, puede que los colaboradores valiosos ya hayan conseguido otro empleo (imagen de la Wikimedia Commons).