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Fuente de la imagen: geralt en pixabay |
Recuerdo que a finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, cuando estaba reflexionando sobre si seguir en el bufete de consultoría y auditoría que me había acogido desde que entré de pasante de despacho, en plena diplomatura, o cambiar a un puesto directivo en una empresa de tamaño grande, mediana o pequeña especializada, echaba algún que otro currículum vitae atendiendo el requerimiento de los tropecientos anuncios en las páginas salmón de la prensa especializada. Me motivaban especialmente las ofertas de responsable o dirección de marketing y pensaba que con mi titulación me acercaba al perfil técnico. Cuando una firma de selección de Madrid me llamó para concertar una entrevista a un puesto de esas características, acababa de cerrar el acuerdo como director de auditoría interna en la euromarket de aquellos tiempos (21 supermercados, tres hipermercados, central de compras, almacén regulador, marca franquiciadora y otras economías de escala propias).
Me quedó el gusanillo de lo del marketing. Ayer, telefoneó un contacto de una de las redes sociales que frecuento, director de marketing en un conocido grupo empresarial de ámbito estatal. Se propuso consolidar la marca a medio plazo y, en opinión de su number one, se olvidó de maquillar los ratios del corto plazo. Según él, no fue capaz de vender cuentos de lechera. Había sido despedido. Quince meses ha durado en el puesto. Parece que la dirección general se estaba impacientando y exigía resultados inmediatos. De nada ha servido su inmaculado historial profesional anterior y su flamante máster en una escuela de negocios de reconocido prestigio. Busca trabajo, pero nada de marketing. Algo más tranquilo, dice (gráfico de las 4 P del marketing; fuente: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: geralt en pixabay.