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Cuando hace más de un año decidí cambiar de medio de transporte -el viejo mate ayudó a tomar la decisión-, durante unos días estuve en proceso de adaptación. Con la cartera en la mano y la vestimenta de trabajo en el cuerpo, me miraban los vecinos, mientras pasaban en sus lujosos carros. Poco a poco, la Tribu del Bus creo que me fue aceptando. La empleadas del hogar, que se sentaban en el gallinero, animaban con sus comentarios, historias y risas, parte del camino. Los tempraneros jubilados/as, los niños/as y adolescentes, hacia el cole o instituto, y los trabajadores/as de distintos sectores completaban el coro de sonidos, miradas y silencios.
Sin embargo, desde primeros de septiembre llevo observando curiosos y nuevos perfiles, debajo de la marquesina de espera del bus y durante el trayecto hasta la oficina. Personas trajeadas, en algunos casos con sus maletines y, en todos los casos, con sus móviles de última generación pegados a la oreja. Como suelo coger el autobús de línea en una de las primeras paradas, soy uno de los privilegiados que se sientan. Siempre que puedo, me coloco en la parte casi de atrás, sorteando la curva de las ruedas traseras. Si no me queda otra alternativa, la altura de esos asientos, me permite una visión más amplia del interior del bus.
Observo la expresión huidiza de los rostros de esos nuevos usuarios, evitando la mirada, como si sus cuerpos y sus mentes se sintieran incómodos en ese medio de transporte. Lo de los cuerpos lo entiendo. Lo de las mentes no tanto. Probablemente, se hayan visto obligados a ajustarse el cinturón, no sólo en lo de cambiar el coche por el bus. Posiblemente, su tren de vida este verano haya tenido que entrar en la UVI. Si eso es así, pienso que su enfoque es maduro y su actitud valiente. Si estáis preparados para que os aceptemos, no dudéis que os recibiremos, como antaño la Tribu del Bus me admitió.
Bienvenido a la Realidad. Ahora, a construir proactivamente, porque el sector en el que trabajáis, la ciudad donde vivís, vuestra comunidad, vuestro país y, en síntesis, el mundo al que pertenecéis, os necesita más que nunca. Recordad estas experiencias, cuando nadéis de nuevo en la abundancia. Confiad que el Bus de la Vida siempre os trasladará, pero la comodidad del corazón y de la conciencia depende de uno mismo. Termino, anotándote el post de David Marí, acerca de Cómo coger un autobús en Kyoto (imagen del MEC). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: Free-Photos en pixabay.