lunes, 18 de febrero de 2008

La cartera

Fuente de la imagen: archivo propio
Me acompaña desde hace más de diez años. Inicialmente era de color azul oscuro, si bien ahora no sé decir qué tonalidad, por lo envejecido del material. Marca I Ponti. Mis allegados me dicen que la jubile, que me afea la imagen, pero hemos pasado tantas vivencias juntos, que no quiero deshacerme de ella y retraso indefinidamente la despedida. Puede que desentone con lo que se “estila” actualmente, pero me siento cómodo en su compañía. La de cosas que ha transportado, desde trabajados informes, sensibles documentos, abultados expedientes, planes de futuro, instancias desesperadas… hasta el termo con té con leche o el sándwich del mediodía. La de ilusiones y anhelos que ha cobijado en su interior.

La de tristezas que ha engullido, como si de un agujero negro se tratara. Ha sido testigo de inmensas alegrías y de callados llantos. Ha visitado incontables sitios: suntuosos despachos, modestas mesas de trabajo, siderales edificios, futuristas oficinas, sudorosas naves, sufridas cadenas de producción, olorosos almacenes… La de suelos en los que ha descansado, desde pulcro mármol blanco macael o travertino, hasta recio cemento o suelo desértico. He encontrado en sus compartimentos desde un billete de avión, hasta calderilla para pagar el autobús de línea, pasando por la ilusión de todos los viernes o la entrada del cine de los miércoles. En esta mañana de lunes, quiero homenajear su fidelidad y renovar nuestra mutua discreción profesional.