Llevo unos días con cierta congoja, melancolía, desconsuelo o pesadumbre (como prefieras), probablemente por las semanas intensas en el aspecto profesional y las acciones de enigmáticos y, según el acto, desconocidos humanos, con los que me es difícil poner en práctica las enseñanzas, aplicadas a los negocios, de Madre Teresa de Calcuta (ver post Aspiración íntima).
Por más años que cumpla, no termino de aprender, pero no sucumbiremos, todo lo contrario, más fuerte nos haremos. Ayer, estaba por los suelos. Mi círculo íntimo, que lo percibe, me propuso rememorar el “miércoles, día del espectador”, por lo que ajusté la jornada laboral y quedé en el cine con la familia y unos amigos. Ya habían elegido la película: “El patito feo y yo”. De lo más oportuno, pensé.
Trataba de la historia del Patito Feo y su madre, Ratso, que, en realidad, es su padre adoptivo obligado por las circunstancias, ya que, cuando el patito feo salió del cascarón, al primer ser que vio fue a Ratso. En fin, una versión brusca del patito feo, de cierta similitud con alguna experiencia empresarial, que espero finalice como el cuento, pero que no ayudó mucho a cambiar mi estado de ánimo.
Después, me relajó la convivencia familiar y quitar unas cuantas hierbas de la aspiración a jardín, el cual languidece por la restricción de agua que me auto impongo. Te dejo un vídeo, subido a Youtube por trailerscine, con imágenes de la película (Fuente de la imagen: sxc.hu).