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Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
En relación con
el post No sólo se debe ser honrado (M. Velasco, 2007)
[1],
el lector Fede
[2], me pincha diciéndome que haga uso de tanta reestructuración empresarial y cambio organizacional y me moje, dando mi parecer sobre cómo se debería gestionar un cambio organizativo en una entidad sin ánimo de lucro. Ahí queda la cosa
[3]. Entiendo que la reorganización que se deba poner en marcha en una entidad sin ánimo de lucro, una ONG, una organización empresarial, sindical, etc. no debe ser muy distinta a la de una empresa normal, salvo en los aspectos institucionales y poco más. Lógicamente, habría que pasearse por los procedimientos que se emplean en el desarrollo del trabajo, la correspondencia entre los objetivos, los fines y el día a día, además de una delimitación entre la política, la estrategia y la técnica. Y es en la clara demarcación entre las actuaciones políticas y la gestión técnica, donde prestaría una especial atención.
A partir de ahí, aflorarán soluciones que propicien una mayor posibilidad de gestión, salvando escollos como el de la posible vaguedad ideológica o la incompetencia institucional, activando los deberes sociales, humanitarios, filantrópicos, protectores, caritativos, etc. en los que se encuentren embarcados. Evidentemente, una buena planificación estratégica, a medio plazo, junto con una programación de actividades a corto, evitando lo circunstancial, superando los personalismos y desterrando la incongruencia técnica, sea consciente o inconsciente, conllevará a la consecución de una fuerte cohesión entre los objetivos y la ejecución (léase administración), así como a la generación de un estadio permanente de mejora continua. Saludos y gracias a ti (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: mvc archivo propio.
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[2] De Granada (no confundir con el de Vélez).
[3] Amigo Fede, en correspondencia a tu interés, que, reconozco, me complace, al percibir que, al menos, alguien se pasa por este rincón bloguero, y a riesgo de no estar a la altura de las circunstancias, me decido a, como tú dices, dar una pincelada.