lunes, 9 de abril de 2007

No solo se debe ser honrado...

Olivo de plata entregado a Manuel Velasco Carretero por Facep en el III Congreso de Enseñanza no Reglada celebrado en Úbeda y Baeza (Jaén, España)
… sino, además, parecerlo (aviso, post largo). Insignificantes y descafeinadas colaboraciones son las que hago de forma periódica en algunas organizaciones no gubernamentales; nunca es mucho, como diría una amiga, pero reconozco que noticias como las que escucho en la radio o leo en los periódicos (ABC, El País, 20 minutos, etc.), me hacen dudar y pensar seriamente si le hago caso a unos conocidos, que realizan colaboraciones directas y personalmente administran los fondos que quieren dedicar a ayudas. Y es que estas organizaciones necesitan de altos niveles de confianza, de esperanza en una decente gestión y de buena fe por parte de sus gestores, pero para ello, además de las preceptivas inspecciones del gobierno de turno, están las regladas auditorías externas y un sin fin de actividades de control por parte de organismos locales, regionales, nacionales, etc. Entonces, ¿Falla todo ese rosario verificador? He recibido un e.mail de ACEPMA comunicándome el cambio de correo electrónico (Gracias, Toñi). Este correo me ha recordado una experiencia que no sé si tiene una relación directa con lo comentado en el párrafo anterior, pero me arriesgaré. 

Allá va. En el periodo 1994-1998, tuve la oportunidad de colaborar con otros técnicos y representantes empresariales en una organización del sector de la enseñanza privada, de ámbito regional, FACEP (y posteriormente en otra de ámbito nacional, CECAP). Uno de los primeros objetivos de las directivas fue la de conseguir la confianza de las empresas del sector y de las instituciones públicas. Solía decir que nuestra misión era colaborar a que el sector “pasara de ser nada a ser, al menos, aire”. Para ello, además de implantar una organización técnica profesional, utilizamos y potenciamos otros resortes que la ley nos permitía. Por ejemplo, presentábamos las cuentas como si fuéramos una entidad obligada a ello, cuando en los años 1994 y 1995 todavía no existía claridad respecto a si una organización empresarial debía presentar sus cuentas, realizar sus impuestos de sociedades, etc.  Pero, también, fue aprobada la realización de una auditoría externa periódica que, junto con el informe de los censores de cuentas (a los que les hacía trabajar duro durante, al menos, tres sesiones al año), conformaban las cuentas anuales, el informe de gestión y el informe de actividad, legajo que se remitía a todos los asociados. 

Un taco de documentación sobre la que recibía críticas del tipo: “¿Para qué, Manuel, si eso no se lo lee nadie?”, “Hay que ver la cantidad de fotocopias y de correo que se gastan en esos informes que envías”, “Lo que nos quieres es marear”, etc. Estas críticas también me llegaban de organizaciones similares del sector y de otros sectores. Curiosamente, con posterioridad, casi todas nos imitaron. Pero ahí no quedaba la cosa. Supongo que por el monto de ayudas que gestionábamos, recibimos inspecciones de todos los sitios. Incluso, llegué a pensar que una mano negra iba a por mí y por eso se me miró hasta la talla de la ropa interior del alumnado; es un decir y, por otra parte, lógico de pensar ante tanta inspección coincidente. Sólo la Hacienda nos puso pegas a unos desplazamientos y dietas en un año, por lo demás, las actas de las revisiones me reconfortaban cada día. Nos pateábamos toda la comunidad autónoma con jornadas de concienciación de la calidad, el intrusismo, etc., pero le pareció mucho gasto de ruedas a la Agencia Tributaria. Pequé de inocente (creo que sólo metíamos el kilometraje, el bocadillo que nos comíamos y poco más), pero ahora me alegro de ello. 

Todavía evoco la cantidad irrisoria que le pagábamos al presidente y a algunos miembros del comité ejecutivo, en concepto de desplazamientos y dietas, por los numerosos traslados que hacían a Sevilla o a Madrid, luchando como gato panza arriba por conseguir unas migajas de sufragios para el sector, de la inmensa tarta de subvenciones y ayudas. Aún así, siempre estaba la empresa asociada recelosa. Y lo entendía y lo entiendo, porque la política de transparencia en la gestión profesional, en aquellos tiempos, no era lo que se estilaba. Es más, algunos me llegaban a decir: “No veas la cantidad de pasta que el presi, fulanito y menganito se están llevando ¿eh? Manolo”. Ciertamente, muchos tomaron buena nota de por dónde iban los tiros en las gestión de proyectos, el futuro comercial y la gestión empresarial en el sector, y se montaron en el dólar, pero no a costa de nuestra organización, al menos en el tiempo que colaboré con el fenomenal equipo técnico y el buen manojo de políticos y emprendedores en toda España. 

En tiempo y forma me desvinculé del proactivo puesto estable que ocupaba, Secretario General, porque, llegado el momento, estimé que cuatro años eran más que suficientes en el desempeño de bisagra (en el buen sentido) entre los políticos, representantes de las empresas, y los técnicos y era necesario dar la oportunidad a otras personas en el nuevo objetivo de pasar de aire a un elemento más sólido. La noche del 21 de marzo de 1998, hace ahora nueve años, proveniente del sector de la enseñanza privada, en el Hospital de Santiago, de la bella ciudad de Úbeda (Jaén, España), después de escuchar una magistral conferencia de D. Rafael Termes, recibí una calurosa e inmerecida despedida, inmerecida porque me pagaban por hacer el trabajo que hice, pero ese momento lo guardaré eternamente en mi corazón. Allí percibí que con los dineros públicos y ajenos, merece la pena intentar hacer las cosas lo mejor posible, sin ni siquiera trapicheos que no llevan a ninguna parte, porque ese continuo intento en hacer las cosas bien, continuo porque nunca se acaba, genera y mantiene la esperanza en un mundo que siempre será mejor. Gracias, amigos.

Una última reflexión o comentario. He hablado de la cuestión de confianza. Pero cuando una empresa asociada cometía un presunto desliz en su actividad empresarial, la imagen de todo el colectivo se perjudicaba y afectaba a la credibilidad del sector en general. En este sentido, un frente que, debido a su largo alcance, empecé pero no terminé, fue el relativo a la creación de unas normas mínimas de actuación, que llamábamos política de calidad, algunos las catalogaban como regulación del sector, de forma que actuaran de visión, misión, transparencia o algo por el estilo, creando sensibilidad en torno al mantenimiento de dicha confianza de la sociedad (Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada con posterioridad; olivo de plata entregado a Manuel Velasco Carretero por Facep en el III Congreso de Enseñanza no Reglada celebrado en Úbeda y Baeza (Jaén, España). Fuente: archivo propio.