Fuente de la imagen: Opencliparts-Vectors en pixabay |
Alguna que otra vez, en el caminar empresarial, te encuentras con profesionales o directivos que son "buenos", unos santos, diría. Si tienes la suerte de establecer un vínculo emocional con ellos, percibes que no tienen ni pizca de tontos. Se suele confundir, queriendo o sin querer, ser bueno con ser tonto y lo uno no significa lo otro. Está claro que transitan por el camino de no abuso y no engaño, pero tienen que tener cuidado de que no abusen de ellos ni sean engañados. Por otro lado, si te dejas engañar queriendo o permites que alguien abuse de ti, ¡cuidado!, además de ser tonto y no mirar por los intereses de los que te rodean, te conviertes en cómplice de un delito, ya que ayudas al abusador a cometerlo.