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| Fuente de la imagen: Algazara. Sitio vinopost (M. Velasco, 2025) |
La tarde de noviembre en el Valle de Abdalajís prometía la melancolía serena del otoño andaluz, un telón de fondo perfecto para el ritual. Sentados en el porche de madera, con la vertiente del Arroyo de las Piedras como frontera visual, los habitantes de la casa se preparaban para descorchar el vino Algazara (M. Velasco, 2025)[1], de Bodega Luisyana y de la D. O. Sierras de Málaga[2], materialización del sueño de Scott Myers, un proyecto que rinde homenaje a la altitud, el microclima y el terruño franco-arcilloso de la Finca Luisyana. Curiosamente, la brisa que subía desde el cauce seco olía a tierra húmeda y a la resina de los pinos carrascos, mezclándose con el aroma de los jazmines que resistían junto a la reja. La luz, dorada y oblicua, bañaba las estribaciones de la Sierra de Huma y dibujaba sombras largas que se estiraban hacia el corazón del Guadalhorce, creando una atmósfera de recogimiento. Habían dispuesto sobre la mesa una selección sencilla de productos locales: almendras de la comarca de Antequera tostadas al punto, un poco de queso de cabra malagueña y pan de pueblo con aceite de oliva virgen extra. La copa, al llenarse con el tinto Syrah, capturaba el último reflejo intenso del sol poniente, mostrando ese color cereza profundo y vivo que ya anticipaba el placer.
Los asistentes[3] intuíamos que estábamos a punto de probar un elixir nacido en altitud similar a la de la terraza, comprendiendo la dificultad y la belleza de la viticultura serrana. El primer sorbo fue un ancla, un recordatorio de que la naturaleza, en este rincón entre valles, es tan potente como refinada. Mientras la Syrah se desplegaba en boca con su fruta negra y sus taninos pulidos, una pareja de mochuelos rompía el silencio con su ulular, anunciando la llegada inminente de la noche. El aire se hizo más fresco, obligando a abrigarnos con mantas de lana, mientras el olor a monte se intensificaba, trayendo consigo las notas de jara y tomillo que se camuflaban, con sorprendente armonía, en el cuerpo especiado del vino. Era fascinante cómo el Algazara dialogaba con el paisaje: la estructura elegante del vino reflejaba la solidez de las sierras y su frescura recordaba la humedad que la flora local atrapa tras el ocaso. Disfrutarlo aquí, en la quietud del hogar de los amigos, era entender que el vino es un extracto de una geografía líquida. Fue una celebración íntima y consciente de lo sencillo: la buena compañía, un paraje espectacular y la mano experta de quienes saben embotellar un sueño, logrando que cada copa capturara la esencia de su lugar, el otoño y la serenidad.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2025). Algazara. Sitio vinopost. Visitado el 9/11/2025.
[2] Algazara se puede adquirir en la tienda del Museo del Vino Málaga.
[3] Amantes de los contrastes de esta tierra.
