lunes, 3 de noviembre de 2025

Despegue Mental

Fuente de la imagen: Excelencia interior. Sitio book—post (M. Velasco, 2025)
Llevaba un tiempo estancado en la meseta profesional. Los resultados eran sólidos—competente, confiable, incluso experto en mi campo—, pero sabía, íntimamente, que había un nivel superior al que la mente simplemente se negaba a acceder. La barrera no era tangible; no se trataba de falta de presupuesto o de carencia de habilidades externas, sino de ese silencio crítico que me asaltaba justo antes de las grandes presentaciones o al tomar las decisiones que definirían la carrera. He dedicado décadas a perseguir la excelencia exterior—los resultados trimestrales, el reconocimiento del sector, el ascenso esperado—, pero cuanto más presionaba, más fuerte resonaba el "saboteador interno" que Jim Murphy (M. Velasco, 2025)[1] describe. Esa voz era una sombra, susurrando dudas sobre mi valía o recordándome errores del pasado justo cuando necesitaba claridad. Comprendí entonces que el verdadero cuello de botella no estaba en la agenda de tareas, sino en la atención. Decidí que el nuevo proyecto profesional no sería un cargo o un bono, sino la maestría mental que desbloquearía ese potencial latente. El trabajo ya no es solamente hacer el trabajo, sino entrenar la mente que lo ejecute, asumiendo que el máximo rendimiento es el subproducto de una paz interior perfectamente calibrada.

El cambio comienza con una disciplina radical en la quietud. Adopté el concepto del ritual de rendimiento: una serie de visualizaciones y anclajes mentales que ejecuto sin falta cada mañana (por ejemplo, contactar contigo a través de estas notas). Procuro no visualizar el resultado final (el aplauso o la firma del contrato), sino el proceso de realizar la tarea con total fluidez, sintiendo la calma al manejar la presión. El verdadero punto de inflexión se presentó durante una situación de alto riesgo, cuando la vieja ola de pánico—el miedo al juicio, la vergüenza de una equivocación pretérita—intentó invadir la mente, apliqué inmediatamente la técnica de reencuadre: reconocí la emoción, la catalogué mentalmente como "interferencia" para restarle poder y reorienté todo el foco, sin vacilar, a la siguiente palabra que debía pronunciar. Ese acto de dominio mental permitió articular los argumentos con una claridad y una autoridad que nunca antes había manifestado. Salí de la sala con una serenidad profunda; no era la euforia del triunfo, era la certeza del dominio interior. Había desbloqueado un nuevo nivel, caracterizado por una libertad mental que garantizaba que, desde ese momento, la excelencia sería la manifestación natural de una mente en continuo entrenamiento y en perenne calma.
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2025). Excelencia interior. Sitio book—post. Visitado el 3/11/2025.