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Su color de oro viejo, anticipo de la riqueza que guarda el producto vitivinícola en su interior y testigo del paso del tiempo, junto a su aroma intenso, conversan acerca de una crianza oxidativa esmerada, que ha tallado pacientemente notas de torrefacto, evocación de ese café recién molido de la madre, mementos entrelazados con reminiscencias de almíbar, caramelo y crema de leche, así como la profundidad de la fragancia al cuero viejo que descansaba en la montura de la yegua blanca, ruana, cálida… (M. Velasco, 2018)[1]. En boca, la fuerza, el frescor y la complejidad se fusionan en feliz danza equilibrada, dejando una persistente sensación reflexiva que invita a prolongar el placer del recuerdo[2].
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[1] Velasco-Carretero, Manuel (2018). Espíritu de yegua, blanca, ruana, cálida... Sitio visitado el 03/08/2024.
[2] Parte de este texto también e ha editado en el sitio vinopost, bajo el título “Arcos de Moclinejo trasañejo seco”.